Hoy estaba releyendo posts viejos de este blog, dioses, como los disfruté. Como amé cada debate, cada cuento, cada comentario.
Qué suerte inmensa tuve de tener los lectores que tuve. Qué lujo de comentaristas.
Y ahí estaba, llena de nostalgia, extrañando las musas que me inspiraban cada línea, cuando me di cuenta que en realidad, mis musas eran ellos, ustedes, los que me leían.
Cada vez que me sentaba a escribir, imaginaba los comentarios, las charlas, los debates. ¿Les gustaría este post, este tema, este cuento?
"Y un insolente sol, como un ladrón, entró por la ventana. (...) y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido..."
Tenía a mano un mazo, un oráculo, de "Shapeshifters Oracle". Lo miró dubitativa, la electricidad de su cuerpo pareció centrarse en su brazo derecho. La expectación empezó a hacerle cosquillas en los hombros. Miró el mate humeante, el cigarrillo número 10 del día, miró también la cocina... era hora de comer, pero no tenía apetito.
Si se ponía con ello, adiós a la hora de almorzar.
Otra vez comería tarde, otra vez sin ganas, como un trámite.
El apetito no era lo único que los últimos años se habían encargado de llevarse. La desmotivación la abatía y cada mañana se esforzaba por luchar contra ella. Cada mañana meditaba, se centraba, agradecía.
Cada día se recordaba que las cosas pasaban por algo, que ya todo cambiaría. Un día más trabajando en ella, en todo aquello que creemos que debemos cambiar, que nos hará mejores, que nos traerá ese cambio que deseamos.
Y no llega. No llega y la tentación de mirar al abismo una vez más, es demasiado grande.
Cierra los ojos, inspira, exhala, se centra. Visualiza sus temores, su desconfianza, les da forma: son una nube de tormenta, y de pronto un rayo de sol se filtra por sus espacios en blanco, y la va separando, abriendo, desintegrando... la nube se mueve, se deshace, y el sol asoma poco a poco, dejando a su paso un cielo celeste, luminoso y límpido.
Inspira, exhala, se centra, sonríe, agradece.
Toma un mate y vuelve a mirar el mazo... ¿será una señal?
Piensa: "no existen las casualidades, solo las causalidades". Asiente con la cabeza, pone la mano sobre el mazo, la arrastra, con las cartas debajo de ella, formando un medio círculo... una onda sobre la mesa... saca una.
• Dragonling Garden •
(Ilustración de Jasmine Beckett-Griffith y oráculo de Lucy Cavendish)
Aquí una pequeña cambiaformas dragón, se sienta bajo el cielo de la noche, en un bosque, con un grupo de amigos animales del bosque. Detrás de ella hay una pequeña laguna rodeada de exuberantes pastos y plantas verdes. Con ella están todos los animales que recién comienzan, jovenes, nuevos y ella los abraza con esperanza y una gran sensación de paz.
Debajo de la carta, la inscripción predice: "Un nuevo mundo ha nacido".
Sin duda, te sientes con un poco de sentido de renovación y esperanza esta semana, ya que las cosas empiezan. Es un nuevo comienzo. Es un tiempo para crear lo que sea que realmente deseas y tienes los recursos para hacerlo. Pero esta carta trae un mensaje y una lección también *con el fin de tener la libertad de hacer lo que quieras, tienes que estar listo para renacer*. Tienes que estar dispuesto a dejar completamente lo viejo, lo antiguo, el pasado, atrás; de lo contrario, no hay espacio para que un nuevo crecimiento acontezca realmente.
Ya que estas trabajando con las criaturas de este mazo, debes considerar la posibilidad de iniciar una transformación para cambiar tus percepciones. Cambiar la forma de ver el mundo. Cambiar la forma en que te ves a tí misma. ¿Te ves como "menos"? ¿Te ves incapaz de hacer grandes cambios? A medida que aprendemos a cambiar de opinión acerca de lo que vemos y sentimos dentro de nosotros y el mundo que nos rodea, es que somos capaces de liberarnos de lo viejo, del pasado y nos descubrimos abiertos a lo nuevo.
Vaya... a veces es como si las cartas supieran lo que pasa dentro de uno. Un nuevo nacimiento, de eso se trata. Más bien, diría, una nueva encarnación. Porque algo de lo viejo se ha quedado adherido a lo nuevo. Algo de lo que era se ha perdido, algo de lo que era es parte de lo nuevo... es como pasar por el fuego. Si bien en algún momento deja de quemar, ahí estarán las cicatrices que nos hicimos en ese tránsito. Y de ahora en más, serán parte de nosotros.
Pero es cierto, hay algo nuevo. Las hemos asumido, aceptado, incluso abrazado. Lo suficiente para que no duelan, para que no nos definan. Para que ya no seamos más las cicatrices, sino una persona con cicatrices.
Lo suficiente para que incluso a veces, nos olvidemos que están allí. Y entonces... oh, inspira, exhala, céntrate y sonríe.
Y esa sonrisa vuelve a ser fresca, esperanzada, creyente, sincera, maravillosa.
Sí, un nuevo mundo ha nacido.
Entonces, si ya las cicatrices no me detienen, que lo hace? Serán antiguas percepciones?
Suena la puerta, unos golpecitos bajos que la sobresaltan. Leila ("hermosa como la noche"), abre la puerta y recibe con una sonrisa a su amigo del alma, Eduardo, Edu para los amigos... ja!
Quizás, llamarlo amigo podría sonar raro, ya que fueron amantes por un tiempo. Un tiempo que no era el de ellos. Lo que ahora llaman "timing". Estaban "desincronizados" y, como era previsible, todo lo que fue y lo que pudo ser, se fue bien a la mierda.
Casi dejaron de ser amigos incluso.
Pero por esas cosas de la vida, que los dos supieron entender, decidieron no dejar que "el momento" signara su amistad. Y, poco a poco, se fueron rehaciendo y reconstruyendo lo que una vez tuvieron. Una maravillosa amistad.
Un punto en contra fue que vivían en el mismo edificio de apartamentos. Eso los obligó a cruzarse mil veces sin mirarse, a lastimarse mutuamente otras mil veces, pero también: a reencontrarse y romper esa barrera que la vida había puesto entre ellos.
- Che, el mate está caliente?
- Sí, bah, no sé, creo. Mejor lo arreglo.
Edu se sentó cómodamente en el sofá, apoyó los pies con zapatos y todo en la mesita ratona y desde ahí miró a Leila en la cocina.
También vio sobre la mesa del comedor las cartas, el repasador naranja, el posa pava, y un libro cerrado con una esquina doblada.
- Viste que anoche salí con los pibes? después del partido... Fuimos a ese boliche que tanto te gustaba, el de la fluvial.
- Ah, si? A vos no te gustaba, decías que era "cheto"...
- Sí, ése. No está tan mal después de todo...
La risa que salió de la cocina lo hizo sonreír...
- Eso es porque dejaste de hacerte el hippie, encontraste un empleo como la gente y te dejaron de gustar las minitas que no se depilan y la cerveza barata...
- Eh?! Qué tenés contra los hippies?!
- Nada, pero siempre supe que no tenías alma de hippie jajajaja Los hippies no se gastan 10 lucas en un juego de video!!!
- Cierto, punto para vos. Pero... vos eras una "chetita" y me gustabas.
- Ok, era la excepción a la regla. A tu regla.
- Estás bien? Digo, por lo general cuando usás tus cartas para vos, es que algo no va bien...
Leila se sentó en la otra punta del sofá, con una pierna debajo del culo y la otra apoyada en el piso, de costado, mirándolo, con el mate y el termo en la mano...
- Tan transparente soy?
- Pseee
- No estoy mal, está todo bien, como siempre...
- Y es el "como siempre" lo que te jode.
- Sí, no... sí. A ver, sé que tengo que agradecer que todo está bien...
- Pero también te aburre que ese estar bien, signifique que todo sigue igual, no?
- Seh
- Y que querés que no tengas?
- Todo lo que tengo lo quiero. Es decir, me gusta que esté todo bien, me gusta esta paz, mi tiempo para mí misma, para las cosas que quiero hacer, pero...
- Pero.
Se miraron sin decirse nada, porque los dos sabían que ese "pero" era una charla que no querían tener. Eran amigos, pero ya no tanto. O sí... pensó Eduardo.
- Tengo un amigo, Joaquín, terminó una relación seria hace como 3 años y se está planteando que es el momento en que está listo para seguir adelante. El otro día nos decía que quería conocer a alguien, volver a enamorarse... bueno, en plan de como los hombres nos contamos las cosas, sin tanto romanticismo ni sensibilidad... ¿Querés que te lo presente en la reunión del viernes?
Leila se sorprendió. Edu siempre la sorprendía. Siempre iba un paso delante de ella. Él era mejor amigo que ella. Se preguntó si ella le presentaría una amiga a él, tal vez no.
- No sé, no me gustan las citas arregladas. Siempre son un asco. El tipo está bueno?
- Lei, no sé si está bueno, soy hombre, no me fijo si mis amigos están buenos!!! Pero a las minas les gusta. No te digo que sea tipo Jhonny Deep, pero tiene buen levante.
- Mmmmm
- Y es buen tipo, no anda con boludeces, dice lo que tiene que decir y si se pone las pilas, no anda buscando con quien ponerte los cuernos. Que yo sepa, no le metió los cuernos a ninguna novia, sino no te lo presentaba...
- Ok, pero no le digas nada...
- O sea que le tiendo una emboscada a mi amigo por vos.
- Ufa. Si él también lo sabe los dos nos vamos a sentir presionados... es lo malo de las citas a ciegas.
- Claro, y así vos podés mirar y decidir, sin que nadie lo sepa. Salvo yo.
- Bueno Edu, si te jode, no voy a la reunión, ni lo conozco, y no pasa nada, fue tu idea.
Touché, por alguna razón, algo de toda esa charla no dejaba de molestarlo. Primero fue ese ramalazo de energía que le recorrió el cuerpo y ahora era ese fastidio que empezaba a sentir.
- Cambiando de tema...
Y de pronto, Leila hablaba de sus amigas, de la salida de compras, de los zapatos de taco y el vestido nuevo que se compró...
- ... creo que me lo voy a poner el viernes, si todavía querés que vaya.
- Sí, quiero que vayas, no seas boluda!
Ella simplemente sonrió, se le iluminaron los ojos y le palmeó la pierna:
- Bancame un toque que me lo pongo y te lo muestro!
Edu también sonrió, era imposible no hacerlo cuando ella era tan feliz. Y tan "chica". Por momentos se olvidaba que su amiga, también era mujer. Y entonces ella se iluminaba por completo ante la posibilidad de probarse un vestido.
Leila volvió mientras él masticaba una masita con dulce de membrillo. Y lo dejó boquiabierto. Por un segundo imaginó al lobo de los dibujitos con la quijada cayendo sobre la mesa.
El vestido era un simple vestido de verano de algodón. Blanco, con flores rojas. Con un escote corazón y la cintura marcada. Parecía una chica pinup voluptuosa, lista para ir de pic-nic a un parque. Muy onda '50.
Ella dio, coqueta, una vuelta mientras se reía.
- Y? Te gusta?
Eduardo terminó de tragar la galletita, se tomó un mate, con cara de poker, para tragarse el cagazo, mientras ella iba borrando la sonrisa de su cara.
- No te gusta...
Él simplemente se levantó, cruzó en 4 zancadas el espacio que los separaba, unió su boca a la de ella, mientras con las manos le apretaba la cintura, como si sin ese asidero, fuera a caerse en un abismo sin fondo.
Era más alto que ella por 30 centímetros, así que la levantó un poco para besarla profundamente, mientras sin saber como la empujaba hasta la pared. Dejándola sin escape, sin posibilidad de huida. Apretándose a ella y su cuerpo todo lo que podía.
Cuando la soltó, Leila sentía como le temblaban las piernas. Quiso pensar, pero era imposible, se sentía mareada. Se le nublaba la vista. El cuerpo se le había aflojado hasta casi no sostenerla en pie.
- Vaya, sí que te gustó... - fue lo único que se le ocurrió decir -
Eduardo no la había soltado y respiraba agitado, sin decir una palabra.
- Supongo que al final no vas a presentarme a Joaquín.
Él hizo una mueca entre sarcástica y desafiante. Tenía el cuerpo en tensión, como un tigre preparado para saltar.
Y saltó.
Su boca le quitó el aire, la devoró, recorrió su boca con ansias, sin esperas, sin cuidados, con pasión. La fue empujando hasta la habitación, mientras ella boqueaba por respirar y reía haciéndole cosquillas en los labios.
"Algo viejo que es parte de lo nuevo..."