ARIANA AMOR

Serenidad y confianza.

Ariana tenía todo lo que había esperado obtener de su vida. Es una mujer inteligente, formada, atrevida, arriesgada. Líder de sus amigas, divertida, vivaz. Un tornado en su trabajo dónde todos la ven abrirse paso con sacrificio y fortaleza.

No es fácil trabajar en un área como la de ella, sobretodo para las mujeres. Muchas se ven afectadas emocionalmente con el tiempo. Muchas no toleran el grado de compromiso social y humano que requiere. Muchas no dejan de cuestionarse cuándo llegará el momento en que les toque a ellas.

La violencia y el dolor es moneda corriente en estos labores. La necesidad y la desesperación no tienen fin cuando de esto se trata. El entendimiento y la comprensión se convierten en una quimera.

Es de esos trabajos que rompen el alma unas cien veces al día, y te reconfortan muy extrañamente.

Pero Ariana se siente fuerte, segura en medio de la incertidumbre, es eficáz y proactiva. Su trabajo la reconforta por el solo hecho de poder llevarlo a cabo. Por saber que ella está ahí y que es capaz de facilitar mucho las cosas. Mira a su alrededor y la burocracia la enloquece, pero de ese lugar, desde ese puestito, puede ser la diferencia. Puede ayudar como le gustaría que la ayuden. Puede hacer futuro.

Su vida transcurre interminablemente entre el empleo y el hogar. Algunos cursos, estudios y proyectos. Intercambios de cariño con alguna amiga, visitas, cenas, películas.

Ariana lo tiene todo. Es atractiva, inteligente, eficáz, leal y alegre. Se siente plena con su cuerpo, tranquila de sus actos, razonable en sus cosas y amorosa en sus afectos.

Ariana lo tiene todo, pero no tiene el amor de un hombre.

No un amor cualquiera, de esos de 5 minutos, 2 horas de sexo y un par de besos antes de la soledad. Ese amor lo conoce y no le interesa. No tiene "el amor". Ese que no es complicado, que se acuesta y se levanta con ella, ese que sueña cosas para más adelante, ese que no espera ser original pero es genuino y único en su rutina.

La rutina no la asusta. Todos somos rutinarios. Solos o acompañados, desvelados y trasnochadores ó descansados madrugadores. Los que viajan incansablemente y los que salen un par de veces al año. Los que cambian de mujer/hombre cada día y los que deciden permanecer juntos. A todos nos alcanza la rutina y a ella no la abruma. Sabe de la seguridad y la confianza. Del apoyo y el consuelo.

Pero también sabe de los hombres, varones o mujeres. De lo exageradamente complicados e hirientes que pueden ser. De los rechazos y los desengaños. De la inmadurez y el exorbitante raciocinio. Sabe de la vida y la muerte. Del deseo desenfrenado, la lujuria desatada, de la locura estrepitosa de dos cuerpos que colisionan imbuídos en la atracción magnética de la marea amatoria.

Sabe de la vida y sus crisis, del pavor a las uniones no perecederas, del sueño platónico de la perfección inexistente, del calor abrazador de una mirada, de la gélida respuesta de una mueca.

Ariana sabe tanto que a veces se siente "un alma vieja". Una reencarnación malformada. Una serena pieza de este barco de roída madera que se hunde inevitablemente en el mar.

Y los mira pasar, las mira correr, los observa chocarse y caerse a trompicones por la vida.

Y se mira a sí misma mirando. Desde lejos, prediciendo el desenlace. Como siempre, un paso más allá de casi todo.

Tropezando por momentos como todos, sin poder evadir con el corazón de trapo una mirada, una caricia, un beso robado bajo un claro de luna. Se mira afianzándose en el vacío, en la desesperanza absoluta de la seguridad. Se mira, serena y tranquila. Apacible y relajada.

Se mira, meditando, alejándose de su cuerpo, mirándose desde arriba. Se mira creyendo en los soles y la luna, en la brisa de la mañana, en la escapada interminable del sol, en las flores de la barranca.

Se mira en el paisaje violáceo de jacarandáes, en la esquizofrénica jungla de cemento que se abre casi a sus pies. Se mira y se siente completa. Terroríficamente completa en su ser.

Podría morir mañana y no arrepentirse de nada. Podría incluso cerrar los ojos y no recordarlo más. Pero no muere y recuerda. Pero no se va y olvida.

Son momentos, instantes, suspiros.

El pasado vuelve y se hace carne, se yergue impasible, inamovible frente a sus ojos. La mira descarado y ofensivo, burlón y risueño. Y se esfuma como una voluta de humo que se le escapó del cigarrillo.

Y el futuro le habla, le susurra dulces palabras al oído, la cobija en una húmeda colina de pastos verdes, la baña del rocío de la mañana, la sostiene entre sus brazos acunando sus pesares.

Pero cuando mira alrrededor, continua sola. Sola en esa rutina perfecta y segura. Sola en esa maraña de insensateces que no puede pronunciar. Sola y soñadora. Sola y viva. Sola y feliz.

Porque es feliz. Porque lo tiene todo. Sola, porque no hay un hombre que la ame. Sola, porque lo espera. Sola porque su casa resuena con la metralla de sus pasos vacíos. Sola porque cuando canta y baila por las tardes, nadie se ríe de que desafine. Sola, porque siempre una carga de lavarropas es suficiente. Pero más que nada: sola, porque al acostarse no hay un par de brazos que la envuelvan.

Y sin embargo... Sabe que llegará: porque Ariana lo tiene todo. Menos eso.

Y Soledad, es solo un nombre.