jueves, 24 de febrero de 2011

ABISMO

Lo más probable es que nunca pudiera entender los "por qué".
Él no podía saber como se habían dado las cosas para ella, no le interesaba saber ¿o sí?
Julia se había extendido sobre la cama, con el pelo desordenado sobre las sábanas claras y sencillamente lo había mirado con los ojos entrecerrados y perezosos.

Apenas había pasado una hora desde que se había entregado a los besos de su boca que lo exploraban y se relamían mientras él intentaba detener el cúmulo de sensaciones que se arremolinaba en torno de aquél cuerpo serpenteante.

Julia se incorporó lentamente, y apoyó la cabeza sobre su ombligo... quiso mirarlo aletargada y somnolienta, pero apenas podía levantar la cabeza.
Gerónimo pensaba en el momento de irse, de huir. ¿Cuando sería cortés? ¿Cuándo no sería desagradable? ¿Por qué junto al deseo de escapar se sentía tirado por una fuerza extraña que lo impelía a perderse en aquella mirada?

Sin pensarlo su mano comenzó a juguetear en su pelo, bajó por su espalda... acarició la tersura de su piel marmórea... por su nariz penetró el dulce aroma de su sudor, de su cansancio, de ella. De pronto todo era ella. Y se contuvo para no correr.
Escuchó a Julia suspirar, pero el suspiro era casi un gemido, un sutil ronroneo. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿15 minutos, media hora?
Se puso de pie.

- Voy al baño.

Ella ni siquiera respondió. Sólo se movió sobre las sábanas como acariciándose con ellas, como refrescándose con la tela suave que se desmayaba bajo su cuerpo.
Por un segundo la miró y volvió a temer. Pensó en nunca más tenerla y un escalofrío le recorrió la espina dorsal. Pensó en volver a tenerla y no pudo evitar la mirada al abismo. Atrapado.

Cuando regresó ella parecía más espabilada y lo miró con coquetería. Lo deseaba de nuevo, podía ver el fulgor que emanaba su piel, el calor que transmitían sus ojos, la tensión con la que cada músculo de su cuerpo esperaba a que él se acomodara a su lado.

- Tengo que irme, mañana trabajo temprano.

Era una excusa, los dos lo sabían. Julia asintió con la cabeza y se puso de pie también para vestirse. 
Gerónimo le sugirió que se quedara en la cama, que simplemente se iba, ella lo rechazó con un gesto de desdén que decía "No hay problema".
Una vez fuera, se despidieron. Él se fue, ella regresó a casa, satisfecha.

Él no mencionó que fuera a volver, ella no preguntó nada, pero aún lo espera.
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