miércoles, 25 de enero de 2012

CORAZÓN DE MUJER

Siempre creyó en la magia, en aquellas cosas que "son invisibles a los ojos". Devoró libros, pinturas, imágenes; de hadas, unicornios, hechiceros, brujas, dragones... leyendas, cuentos, historias antiguas, escritas, de transmisión oral... de generaciones que ya no oían el llamado de la tierra ni se dejaban acariciar por el sol. Absorviendo lo que no era suyo porque ella sí sabía bailar bajo la lluvia.

Con el fuego llegó la serenidad, la paz de su mediodía. Llegaron las notas ligeras del rocío que se riega sobre las hojas. Con el fuego se consagró y puso su frente mirando siempre a la luna. Orgullosa, magistral y feliz se consumió en su propia grandeza y completud. 
Cuando la veían pasar muchos temían, otros se alejaban, unos pocos la comprendían pero casi nadie la conocía. Conocerla realmente, con su luz, su brillo, sus manos aladas y la arrolladora certeza de su ser.

Caminaba por la vida con la sonrisa bailándole en el rostro. Sabía que la dicha se escoge como forma de vida, que no se necesitan sucesos socialmente notables para ser feliz. El sólo hecho de sentir el calor tibio del sol sobre la piel, la brisa de un atardecer jugando en el rostro, la vista del río que corre pacífico, un cachorro de perro que se deleita persiguiendo a los pájaros... cada maravilla, de cada segundo en que uno pueda detenerse, parar el mundo y disfrutar... trae consigo la felicidad y la dicha.

Ella se abrió, se despojó de todo, menos el corazón. Como todos los animales, corren libres como el viento y sólo pueden ser domesticados, frenados, por un llamado más fuerte que el de "lo salvaje". El del corazón.

Cuentan que por ello pudieron domesticar a la mujer loba y someterla. Dicen que el amor y la confianza es la única forma de cazar y apresar sin necesidad de matar.

Y ella descuidó en su felicidad el corazón. Su corazón. Dicen que una luz cálida lo rodeaba, que ella a todos les contaba que lo había visto brillar.
Nadie le creyó o nadie lo entendió. Él no se destacaba precisamente por su espiritualidad, tampoco parecía ser distinto a los demás. Quienes la oían se preguntaban qué podía existir entre alguien "como ella" y alguien como él. 

Él encajaba perfectamente en todos lados. La sociedad del lugar se abría paso para dejarlo pasar. Ella apenas era mirada, al menos, hasta que sonreía. Con sus labios iluminaba como la luz de la luna que la bañaba. Y nadie sabía que podía ver en él.

Pero la luz que la unía como un delicado hilo de plata a él, sólo ella la escuchó llamarla. Él no pudo oirla, verla. Solamente y sin querer, la sintió alejarse.
Algunos creen que ni siquiera se percató de su cabeza baja, de sus brazos caídos y la espalda doblada por un peso invisible.

Quienes más veían, sintieron el sutil sonido de sus alas quebrarse. Aquellos de corazón abierto presintieron su pesar, y sin que fuera pronunciado, en sus cabezas el lamento retumbó.

Ella se escapó de nuevo a sus libros, sus hojas, su sol que entibió la sangre que se le había helado. Se dejó arropar por la brizna verde del parque. Miró a la luna, se miró a sí misma, llamó a sus dragones para que con su aliento la ayudaran a respirar libre de nuevo... y dejó irse su corazón, allá dónde el río quisiera llevarlo.
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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me llegó. Es hermoso... Como la autora.
Una mujer salvaje, aprendiendo a escuchar a su "loba".
¡Abrazo!

→FAIRY ♥ KAMI← ® dijo...

witchie: Gracias!!! Me alegra que te haya gustado... creo que yo, como ella, debería volver a "mis hojas en blanco" jajajaja
Y sí, parece que algo de ella hay en mí, como lo hay en todas... Últimamente "el llamado de lo salvaje" me está dejando sorda... pero poco a poco me llevará, supongo...
Besos!!!