jueves, 31 de mayo de 2012

LA VIEJA

La vieja la miró fijamente.
A pesar de que intuía que la miraba con los ojos muy abiertos, apenas si podía notar el esfuerzo. Sus parpados se habían vencido bajo el peso de la piel sobrante que se apelmazaba de arrugas y caían lánguidas sobre los ojos. 
No parecían muy abiertos, pero Nadia sabía que la miraba fijamente y que aquella no era una mirada de sospecha... que aquellos ojos entrecerrados, en realidad, no lo estaban. Pero sí, la anciana, estaba evaluando la situación.
La vieja se relajó y se tiró hacia atrás, recostando ahora todo su cuerpo en la mecedora. Cerró un segundo los ojos, sonrío, volvió a abrirlos... miró a Nadia seriamente, retrayendo la sonrisa y dijo:

- No.

Nadia la miró con las cejas levantadas y la boca abierta, incrédula.

 - ¿Cómo?
 - Dije que no. - respondió la anciana. 

Nadia sacudió la cabeza intentando entender. La miró con cara de "estar papando moscas", mientras esperaba que la vieja soltara una carcajada o algo parecido... pero no pasó.
Una vez recuperada de la sorpresa, se secó el sudor de la palma de las manos en el jean, dio dos golpecitos sobre las rodillas y se puso de pie.
Con todo su cuerpo convertido en un bloque de hielo y sin mirarla a los ojos, dijo:

- Bueno Doña Itatí, muchas gracias. - mientras pensaba "por nada".

La anciana se limitó a asentir con la cabeza y cerrar los ojos mientras comenzaba a hamacarse en la silla, dando por terminada la entrevista.
Nadia con los puños cerrados, rígidos y apoyados a los lados del cuerpo, bufó, dio media vuelta y comenzó a salir de la galería de la vieja casa, medio derruída, como su propia dueña.
Mientras caminaba hacia la enorme camioneta de doble cabina, iba mascullando palabrotas y repitiendo en voz queda: "es completamente ridículo".

- Esta mujer ya está totalmente senil.

Enojada se subió a la camioneta, azotó la puerta y golpeó el volante tres veces hasta que sintió disminuir la ira... apoyó brevemente la cabeza sobre sus manos y para cuando la levantó, su mirada era fría y decidida.

Cuando llegó a la estancia, sus padres la esperaban. Su padre era descendiente de criollos, un terrateniente de un campo gigantezco que nadie conocía. Su madre, descendiente de aborígenes, bella, con esos rasgos exóticos, la piel oscura y ojos color miel que la miraban expectante.

- Dijo que no. - Soltó Nadia enojada todavía.

Sus padres se limitaron a asentir con la cabeza, silenciosos.

- No me importa - dijo Nadia - Voy a ir igual.
- No. - dijo su padre.
- Papá, es absurdo. No voy a dejar que una vieja senil que vive en medio de la nada, decida mi agenda.
- No. - repitió él.
- Papá, esto es el siglo 21, soy una adulta, en esta casa hay desde microondas hasta wi-fi...

Sus padres la miraron inmutables y silenciosos.
Nadia los miró con desprecio y una sonrisa soberbia en el rostro... meneó la cabeza y se alejó a los establos.
Su madre hizo un movimiento hacia ella, que Nadia no vio. Su marido la detuvo sosteniéndole suavemente el brazo.

- Acá las cosas siguen siendo como son, como deben ser.

Ella solo inclinó la cabeza y se dirigió a la puerta, solo para ver salir a su hija montando un alazán de pura sangre a toda carrera.
Se le hizo un nudo en la garganta cuando la vio saltar la tranquera y largarse velozmente, con el pelo al viento, tan rapida como el mismo viento, tan tensa como los músculos correosos del animal que montaba.
Era una amazona, un centauro con sangre india en las venas. Y estaba furiosa.
Su marido se colocó detrás de ella y simplemente la tomó de la mano.

Pasaron dos lunas. Su hija aún no les hablaba. Se limitaba indiferentemente a realizar sus tareas en la estancia, comía con premura en la mesa y se recluía en su habitación o salía desaforada a desfogar su odio en temerarias carreras hípicas por la estepa.

Al mediodía del tercer día, mientras almorzaban en la mesa, Nadia se atragantaba con la comida, para retirarse lo antes posible.
Como no miraba a sus padres, solo por molestarlos y herirlos, porque estaba enojada; no pudo ver la mirada que cruzaron mientras su padre levantaba el volumen del LCD del comedor.
Se quedó con el tenedor a medio camino, la boca abierta y el bocado anterior a medio masticar...

El periodista decía:
- Repetimos la información, se ha producido un terrible choque en cadena en la ruta, a la entrada de la ciudad de Bs. As.
Un camión chocó contra otro que transportaba nafta. Otros vehículos no pudieron detenerse a tiempo por la niebla que cubrió nuestra ciudad la mañana de hoy, produciéndose una enorme explosión... Hay al menos 20 vehículos afectados, la ruta debió ser cerrada, personal del cuerpo de bomberos está trabajando en la zona.
Aún no sabemos cuántas víctimas fatales se han producido, pero las ambulancias no dan abasto para trasladar a los heridos y quemados.
La polícia refiere que dada la violencia de la explosión se ha producido una psicosis colectiva, algunas personas han sido atropelladas por otras que intentaban huir del desastre, y otras muchas, se encuentran en estado de shock y desorientadas.
Ampliaremos cuando haya más novedades, volvemos a estudio...

Su padre volvió a bajar el volumen de la televisión y silenciosamente se volcó nuevamente a la comida.
Su madre se pasó mansamente las manos por el delantal, en un gesto totalmente mecánico, mientras no levantaba la mirada del mantel, como si éste hubiera  cobrado vida.

Al otro lado de la tranquera, en medio de la nada, una anciana más arrugada que matusalén, sonreía y apagaba la televisión.

No hay comentarios.: