Cuando se despertó no se acordaba de nada. Miró a su alrededor y reconoció su propia habitación. Vivía en un pequeño departamento en pleno Belgrano. Tenía un gusto dudoso para la decoración, quizás por eso dejó que su hermana melliza se encargara de su casa. La ventaja adicional fue que a las mujeres que frecuentaba, el lugar, les pareciera un derroche de buen gusto masculino. Poco le costó convencerlas de que poseía no solo una personalidad arrolladora sino también cierta elegancia y sensibilidad.
Ahora que el aturdimiento abrumaba su vista, de pronto, vio su casa solo como eso: una casa. Nada le recordaba a su hogar, el hogar de su niñez. Pensó que podía ser porque aquel había sido formado paso a paso, pieza a pieza, por su madre. Una mujer. A aquella habitación le faltaba calor. Por vez primera la vio vacía, impersonal, como un objeto inanimado.
Ya podía notar frente al espejo como le clareaba la cabeza. Bueno, tal vez exageraba un poco, apenas si se estaba profundizando la entrada de sus ideas. Pero las canas… habían empezado a aparecer como un detalle sutil y encantador. A sus visitas les parecía sexy y si a ellas se lo parecía ¿Quién era él para contradecirlas? Ahora, repasando la situación, se sintió disgustado. No le gustaban las canas y no creía que fueran sexyes. Al contrario, nada le recordaba más como se le había volado el tiempo que aquellos malditos hilos plateados que ondeaban rebeldes en sus sienes. No sabía bien porqué, pero se despertó incapaz de moverse, con las ideas confundidas y un agrio sabor en la lengua que no le daba siquiera ganas de abrir los ojos. Sus procesos de pensamientos le resultaban ajenos, no eran similares a los habituales y su humor normalmente juerguista no tenía ganas de hacer acto de presencia. Es como si hubiera despertado siendo otra persona, más reflexiva, trascendentalista, un ser humano más maduro.
No tenía ganas de sentirse así, de volverse viejo de pronto sin darse cuenta, sin poder impedirlo o predecir como sería su vida a partir de ahora.
Intentó sacudir un poco la cabeza para espantar, cual moscas sobrevolando inmundicia, esas ideas que comenzaban a deprimirlo. Una punzada, un haz de luz dolorosa le atenazó la cabeza. Era como si hubieran puesto su cabeza en una “morsa”. No estaba seguro pero le parecía que alguien había denominado así a esa herramienta que usan frecuentemente en algunos oficios para mantener fijas algunas piezas para limarlas o cortarlas. Esa especie de prensa que se ajusta a la mesa de trabajo por medio de una mariposa y se va cerrando en torno a la pieza en cuestión para mantenerla firme. Se preguntó si lo de “morsa” se debería al abrazo buco dental de esos animales. Ya que los larguísimos y sobresalientes dientes de estos mamíferos no guardaban similitud alguna con el objeto al que hace referencia, no quedaba más remedio que redirigir su significante a otro significado. La mordida, ahí debía de radicar la cuestión.
Estaba divagando de nuevo, pero el dolor había mermado. A medida que los minutos pasaban le resultaba más dificultoso abrir los ojos y enfocar la mirada en ningún objeto. La luz, la poca luminosidad que se filtraba a través de las cortinas de su cuarto, le hería indeciblemente en algún punto indefinido de su cerebro.
Se sintió enfermo y tuvo miedo. Una fría soledad lo embargó. Desconocía el motivo de su dolor, pero se iba extendiendo por todo su cuerpo, como un gran hematoma que se expandía sin pedir permiso. Tenía que ser una resaca de las peores de la historia. Eso era lo que tenía. Solo después de una noche de fiesta devastadora le recorría el cuerpo un dolor semejante. Como dicen en la calle “es como si un camión me hubiera pasado por encima”.
Pero si debía ser honesto consigo mismo, jamás había sido tan incapaz de levantarse, de mover un brazo o de abrir los ojos. Era lo que más lo molestaba, no poder ver. Un presentimiento de indefensión se abría paso e iba ganándole terreno a la cordura, y su temporal ceguera no colaboraba en absoluto con su seguridad.
Si tan solo la noche anterior no hubiera terminado a Eva… sí, así lo llamaba. Él no terminaba con una relación o una chica: “la terminaba”. Era una forma de decirlo que hacía estallar en carcajadas a sus amigos, quienes lo miraban con reverencia y un pésimo y desagradable hábito según su hermana.
Eva… era una chica – mujer – que había llamado su atención unos meses antes. No era bella, pero sí irrevocablemente llamativa. Tenía el cuerpo perfectamente formado. No era una modelito de 45 kilos, tenía curvas redondeadas y buen apetito. La madre naturaleza la había dotado de un rostro seductor, provocativo, diseñado para despertar lujuria nada más entreabrir un poco esos labios de muñeca que podían arrancarte despiadadamente el corazón con solo otorgarte una sonrisa. Su mirada, en cambio, de exóticos ojos rasgados, irradiaba dulzura. Era una utopía de ternura y lujuria. Una promesa de madre que te espera con la cena que más te complace y una fiera en la cama. El sueño de todo hombre.
Conocerla no hizo más que reafirmar su primera impresión, era transparente como el mar de una playa tropical, pero serena como un apacible lago. Tenía que reconocer que se había sorprendido de que ella se enamorara de él, pero cuando sus amigos comenzaron a – prácticamente – idolatrarlo, decidió que él no merecía menos.
En este momento, solo y asustado quiso preguntarse porqué la había terminado. La respuesta que asomaba a su maltratado cerebro no le gustaba. ¿Miedo a crecer? ¿A las responsabilidades? ¿Al compromiso? ¡Por dios! ¡Aquello era un tópico, un lugar común, un folleto barato de psicología! Pero no encontraba otra razón. Era una mujer que habría encajado a la perfección con su vida, con sus planes, incluso con su corazón. Porque, ahora lo veía claro, la había dejado cuando comprendió que de continuar con ella podría sentirse satisfecho con esa situación. Con alguien que lo amara, que lo respetara, que le hiciera sentir que dependía de él, de su protección. Alguien que valorara su opinión y pudiera aportar nuevas visiones a sus problemas. Todo eso le daba ella sin, apenas, pedir nada a cambio. Solo su amor, respeto y correspondencia.
Era todo un desafío que él no supo enfrentar. ¿Existiría la posibilidad de revertir algo de todo lo que había dicho la noche anterior? ¿Podría Eva perdonarle la forma cruel e indiferente en que la había herido? ¿Tenía tiempo de pedirle que lo ayudara a madurar, a construir juntos un futuro?
Repentinamente lo urgía la necesidad de verla, de hablarle, de arrodillarse a sus pies pidiendo misericordia, perdón, una oportunidad.
Algo salado le besó la boca. Se pasó la lengua y una honda sensación de nauseas le revolvió las vísceras. Una gota de un líquido semi-espeso, salado, ferroso se le atragantó en la garganta.
Sangre.
Miles de peleas le vinieron a la memoria. En alguna parte de su cara o cabeza había sangre. ¿Suya? ¿De alguien más? ¿Se estaba muriendo y no lo sabía? ¿Había alguien herido a su lado y no podía ayudarlo?. Otra vez se esforzó por abrir los ojos, pero el dolor no se lo permitía. Emitió un gruñido y una voz que le sonaba completamente desconocida (pero que salía de su propio pecho) dijo:
- ¿Hay alguien ahí?
Nada ni nadie respondió.
Pero escuchó un movimiento, alguien que se acercaba. Ninguna respiración fuerte ni entrecortada. Los sonidos eran firmes, pero silenciosos. Alguien que se movía delicadamente, pero sin ocultarse ni intentando amortiguar su paso. Nuevamente, tuvo miedo. Descubrir que no estaba solo no lo había confortado en lo absoluto. Se dio cuenta que era como si lo hubieran estado vigilando. Y si alguien lo había visto en ese estado deplorable y no le había prestado ninguna atención, era sencillamente, porque no estaba especialmente preocupado por su bienestar.
- ¿Quién está ahí?
- Veo que ya te despertaste.
Conocía esa voz, era la voz de sus sueños, la mujer de su vida. ¡No era demasiado tarde! A pesar de todo ¡ella estaba cuidándolo como tantas veces lo había hecho!
- ¡Eva! Tengo tantas cosas que decirte… me duele todo, sé que no me encuentro bien, pero tengo tantas cosas que rectificar, hice tantas cosas mal, me equivoqué durante tanto tiempo… pero estás acá…
- Es tarde Gonzalo.
- ¡No puede ser tarde! ¡Estás acá cuidándome cuando estoy herido, dolorido, enfermo! Tenemos muchas cosas por hablar, mucho por planificar…
- Gonzalo, ya no tenés que ser distinto. Ya no hay nada por planificar. Yo te perdono, espero que vos sepas hacer lo mismo.
El disparo resonó como el grito de un ave herida que es muerta en pleno vuelo. La tarde se tiñó de un rojo que partía al medio el cielo del ocaso. El edificio se llenó de voces, gritos, corridas por los pasillos y sirenas. Algunos curiosos se quedaron parados en la puerta, inmóviles, pero sin perder detalle.
Eva se recostó al lado de Gonzalo, lo envolvió en sus brazos y lloró incansablemente, bajito, solo el constante subir y bajar de su espalda indicaba que aún no había cesado.
Cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia, tanto la historia como sus personajes pertenecen a la ficción. Texto original ideado, escrito y publicado por la autora bajo el seudónimo de "Acid Cherry" en el día de la fecha, Martes 12 de Junio de 2007.
12 comentarios:
Hola:
Te visito por un posteo en ANTILOGICAS, tal vez no lo recuerdes, no hay problema, solo que tus palabras me moviero a tratar de conocerte un poco más...
Me agrada lo que leo.
Salud y felicitaciones por tu trabajo.
HOLA GÜENDE!!! Me acuerdo del post de "Antilógicas", comento por ahí cada vez que algo me llama la atención. Me alegra un montón que además de disfrutar ese momento, me de la posibilidad de conocer gente nueva, como vos. No sé si te habrás dado cuenta al escribirlo, pero a mí me maravilla que me digas que algo que escribí te movió (en este caso a querer saber un poco más de mí). Saber que cuando uno escribe transmite algo (a veces será curiosidad, en otros casos enojo o indignación o empatía) es lo que importa. Poder movilizar y generar reacciones es lo importante porque abre al diálogo o la discusión y de eso, todos aprendemos.
Mil gracias por tomarte el tiempo de pasarte por acá, y espero que de vez en cuando te acuerdes y te pegues una vueltecita! Un abrazo!
Hi Cherry.
Me aterro tu texto. Seguro q nada q ver con la realidad, no?
Muy bueno tu blog y tu onda.
jejejeje... floyd! Verás, instintivamente te iba a responder que nada que ver con la realidad y que no escribo desde San Quintín. Pero quedémelo pensando y... todos tenemos un mini sádico adentro que ante determinadas situaciones o personas nos dice "que ganas de matarlo!" o en personas de rasgos judaícos... ehhh... perdón, culposos (jeje) sería algo como "ojalá que se muera!". Es nuestro instinto de supervivencia como especie, y todo un contexto socio cultural y religioso lo que impide que desatemos nuestros más bajos instintos por cualquier cosa. Sin embargo el pensamiento de matar o el morbo de ver a la muerte a la cara (sea leyéndola, viéndola en la tv, etc) no parece ser tan ajeno, como querríamos, a la naturaleza humana.
Esta historia habla de un amor pasional, desequilibrado, un amor "border". Pero ¿si tratara de una madre que entra a su casa y encuentra a un tipo violando a su hija, sería tan ilógico? Ambas mujeres serían asesinas, pero nuestros parámetros sociales convertirían a una de ellas en una loca y a la otra en casi una heroína.
Saludos!
¡EXCELENTE!.
Por las dudas habrá que mantenerse alejado de las Evas...
Muy bueno cherry... de todos modos... ya estaba pelado casi jajaja
Pulpo: Que alegría verlo por acá!!! Yo sigo rabiando por no haber podido ir a ninguna de las dos reuniones de almaceneros!!! Pero así es la vida!!! No viajo a Bs As nunca hasta el sábado (voy casi todos los fines de semana). Y justo el sábado no se reunieron!!! En fin... bueno, se agradece su paso por aquí, espero que al menos le haya gustado el texto... (no se lo cuente a nadie, pero de Evas está lleno el mundo... y de Gonzalos también). Ya me pasaré yo por su blog, que se me ocurre que debe ser bastante más delirante que el mío jajajaja. Está formalmente invitado a regresar a este blogcito siempre que se acuerde o tenga ganitas.
Un abrazo muy grande (aunque tenga 6 brazos menos me las arreglo muy bien!!!).
Cherry.. mi queridísima!!!!
Ud. cree en la transmisión de pensamientos??. Y si le digo que yo estaba escribiendo una historia muy similar? TE lo jurooooo!!! jajaja. La dejé justito en el mismo momento donde estaba por hacer referencia a que "el personaje" de mi historia se encontraba herido (o notó sangre en su cuerpo). Que hago ahora?. No puedo seguir después de leer tu historia!!!! Tengo que cambiar la trama!.
Muy bueno. Definitivamente me erizó la piel. Me gustan ese tipo de relatos (al mejor estilo Mujeres asesinas).
Pero ahora me parece que me voy a ver de nuevo la peli "Mas extraño que la ficción" en donde justamente habla de un escritor que tiene que debatirse en cómo cambiar el final de su historia (habla de otras cosas más... pero no voy a contártelo aquí).
Te la recomiendo para ver... a mi me sorprendió para bien esa peli.
bueno, te mando un besote y también te invito a pasearte por mi blogcito que estoy tratando de actualizar más seguido.
Besos
Letu
Cherry... viste que si mahoma no va a la montaña...
Ando Pulpo de rotation y llevamos las reuniones a Rosario...
Nos veremos el jueves. Besos.
Te espero por mi casa (blog) que no es delirante... es académica, jajajaja...
Abrazos de a cuatro por vez
y pa cuando algo nuevooo?
Excelente, la verdad entre haciendo zapping x los blogs de clarin. Me encanto todo lo k lei, k facilidad a la hora de expresar cosas k uno no tiene la minina idea de niskiera como empezarlas.
Saludos. Te felicito.
Muchas gracias querido Mario. Es siempre un gusto recibir gente que disfrute de lo que uno hace. A veces las criticas son duras, pero también siempre serán bien recibidas, claro, desde la idea de construir y pluralizar. Le agradezco inmensamente que se haya tomado unos minutitos para dejarme un mensajito alentador.
Un saludo!
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