
"El azul es un color fresco, tranquilizante y se le asocia con la mente, a la parte más intelectual de la mente, igual que el amarillo.
El azul representa la noche. El azul marino, nos hace sentir relajados y tranquilos, como el inmenso y oscuro mar durante la noche.
El azul claro y el azul cielo, nos hacen sentir tranquilos y protegidos de todo el alboroto y las actividades del día; también es aconsejable contra el insomnio.
El oscuro azul de medianoche, ejerce como un fuerte sedante sobre la mente, permitiéndonos conectar con nuestra parte femenina e intuitiva. Demasiado azul oscuro, puede producirnos depresión.
El azul ayuda a controlar la mente, a tener claridad de ideas y a ser creativos.
El color azul está asociado a los signos piscis, libra, acuario y sagitario.
Palabras claves del color azul: estabilidad, profundidad, lealtad, confianza, sabiduría, inteligencia, fe, verdad, eternidad.
Azul marino: conocimiento, lo mental, integridad, poder, seriedad.
Azul Claro: generosidad, salud, curación, frescor, entendimiento, tranquilidad".
Muchas de estas cosas no tenían absolutamente nada que ver con ella. Pero nada. No obstante, siempre se había preguntado que había impulsado a sus padres a decidirse por aquél nombre. Las excusas eran muchas, pero hay un "clic" que hace que sea ese y no otro. ¿Por qué no "Margarita", "Violeta", "Florencia" , "Silvia", "Magdalena", "Cristina" o cualquier otro? Sin embargo, no se quejaba. El nombre le gustaba. Era parte de ella, o ella se había hecho en torno a el.
Sólo era uno de sus temas predilectos cuando se preparaba una taza de té y se sentaba a mirar más allá de su balconcito, rodeada de sus macetitas discretas, pero siempre llenas de flores. No le gustaban las plantas, bueno, no es cierto. Sí que le gustaban. Las que no le gustaban eran esas que no tenían flores. Los helechos, los ficus, etc. No tenían color. Algunos dirán que son verdes, sí, pero no tienen mayor atractivo. Y los helechos, ¡hacen una suciedad impresionante cuando se les secan las hojitas y comienzan a caerse! Mejor las flores, que dan golpes de colores que alegran el espíritu.
Es raro que a esa hora le tocaran el timbre, pero sonó. Sócrates, su gato negro, se sobresaltó y corrió hacia dentro. Con la cola erguida y las orejas paradas, se puso a dar vueltas debajo de la mesa. Azul abrió la puerta del apartamento y un poco incrédula y cautelosa miró al hombre que se encontraba frente a ella. Por fuerza tenía que ser un vecino. El edificio de varios apartamentos estaba bien custodiado por un guardia de seguridad las 24 hs. del día y un portero bastante cascarrabias. Por tal motivo, los visitantes eran registrados al entrar o tenía que buscarlo el inquilino/dueño que los esperaba.
El hombre parecía un tanto incómodo... como quien no se decide a hablar. Azul se arrepintió tarde de estar vestida "de entre casa". El jean gastado y la camiseta corta, no eran la mejor forma de causar una buena "primera impresión".
- Disculpame que te moleste, pero acabo de mudarme al apartamento de arriba y con tantas cajas no puedo encontrar el destapador... y con tanto calor, apetecía una cervecita.
Casi podría decirse que se había sonrojado un poco al mencionar la cerveza. A Azul le pareció que estaba buenísimo. No se salía de lo normal, pero era llamativo, y tenía una sonrisa preciosa. La mirada un poco inquietante, como nublada con un velo desconocido.
Lo vio echarle un rápido vistazo al apartamento, para cualquier otro ese gesto hubiera pasado desapercibido, pero Azul estaba acostumbrada a observar a las personas. Y ese hombre le producía un escozor en lo más profundo de su ser. Como un cosquilleo debajo de la piel, cientos de hormigas completamente enloquecidas en medio de una carrera de velocidad.
Siempre había sido un poco tímida, pero había aprendido a manejarlo bastante bien, sin embargo, ella misma se sorprendió de su respuesta:
- Si no te molesta, yo te presto el destapador y tu me convidas con esa cerveza.
Supo que se había ruborizado. Se sintió tonta al instante con la taza aún en la mano. Probablemente, tuviera novia, no lo había pensado, no hasta ese momento.
- De acuerdo, espera que la busco.
- También puedes darte una ducha aquí, seguramente no encontrarás las toallas tampoco...
(Vale, estoy loca. Completa y absolutamente loca. He invitado a un completo desconocido a que se duche en mi baño... )
El muchacho la miró por un minuto como dudando de su cordura también. Luego movió la cabeza en un gesto que parecía muy suyo. Sonrió con esa sonrisa que hizo estremecer a Azul y dijo:
- Fabricio. Y me parece una excelente idea, si a ti no te molesta.
- Azul. Y claro que no - esbozó una sonrisa amigable - sé lo que es una mudanza.
Fabricio se preguntaba en su apartamento como es que a alguien podían quedarle tan bien unos jeans gastados y una camiseta corta. Y la suerte que había tenido de tocar la puerta de ese apartamento y no otro. Buscó la cerveza en el refrigerador. Lo primero que había limpiado y encendido. Sí, estaba fresca.
Ropa interior, medias, jeans y una camiseta. El cepillo de dientes y una pastilla de jabón. Ahí estaban las toallas, pero las dejó dobladas sobre una cama sin hacer. Ella se las había ofrecido y con ello se iría su excusa al traste.
Cerró al salir y volvió a tocar en el apartamento de la morena de sonrisa deslumbrante.
- Genial. Tu ve a ducharte y yo preparo la cerveza. - dijo ella con una naturalidad desconcertante.
Mientras se duchaba Fabricio se preguntaba si ella sería tan gentil siempre. Si no era demasiado confiada. O era muy fácil o muy ingenua. El mundo estaba lleno de personas peligrosas! Curiosamente, una sombra de preocupación por la seguridad de aquella muchacha, se le cruzó por la mente. No parecía una chica fácil, sino más bien todo lo contrario. Su apartamento era cálido, hogareño, emanaba un aura de tartas, galletitas de avena y miel, comidas caseras y café después de la cena. Los pequeños detalles estaban escogidos con gusto y delicadeza, pero también alegría y armonía.
En la cocina, Azul también se preguntaba por el hombre. Y claro, por ella. Su actitud había sido desmesuradamente impropia. Y a pesar de ello, no dejaba de imaginarlo bajo la ducha. Secándose con su toalla más grande, más esponjosa, blanca como la nieve.
Cuando él salió aún secándose el pelo corto, negro y ensortijado con la toalla, algo hizo presión sobre el corazón de la mujer. Una especie de mazazo en medio del estómago y un ligero temblor en las piernas. Él la vio tambalearse un poco en su sitio y se acercó presurosamente a sacarle la bandeja, con los vasos de cerveza helada y unos platitos con chucherías para picar, de las manos.
- Es mucho para traer en un solo viaje.
- La verdad, es que no parecía tanto. - dijo ella, pero no era cierto. No fue la bandeja lo que la desestabilizó, sino él.
Se acomodaron en el sofá, que no era un sofá, sino un catre muy bien vestido con almohadones de colores. Y se dispusieron a comer y beber mientras charlaban.
Se enteraron que tenían la misma edad, que ella trabajaba en una oficina bastante peculiar, que él trabajaba desde su casa, diseñador gráfico.
Ambos tenían mal carácter, pero también un humor sarcástico e irónico.
Los dos eran un poco antisociales y hermitaños, pero disfrutaban de cuando en cuando de la compañía de amigos y familiares. Los dos estaban solteros, aunque deseaban encontrar a alguien que compartiera sus días con ellos.
Les gustaba el cine, la buena comida y leer. Cada uno tenía sus manías y rituales. Ella tenía un gato por mascota que se restregó por minutos enteros en las perneras del pantalón de él.
Fabricio no tenía mascotas, pero le gustaban los perros.
A los dos les gustaba viajar, pero con cierta tranquilidad. Ella contó un par de viajes, pero se divirtió locamente cuando supo que él había viajado mucho más.
Ella no dejaba de hablar, y por momentos él se retraía un poco, pero no dejaba de mostrarse interesado por cuánto ella contaba.
Azul tenía la sonrisa fácil, a Fabricio le costaba un poco más sonreir y lo hacía con cierta timidéz.
Pasaron horas antes de que se dieran cuenta que el sol se estaba escondiendo y unas nubes rosáceas cortaban el camino de su huída. Se quedaron unos segundos mirando el horizonte que se iba tiñendo de colores cada vez más oscuros mientras la barca solar de Helios se alejaba para dar paso a su hermana Selene.
Fabricio se puso de pie y ayudó a Azul a recoger los restos de la bacanal de la tarde, mientras ella le decía una y otra vez que no se preocupara, que ella ya lo hacía.
Él buscó el atadito de ropa sucia que había dejado esperándolo para la hora de partir. Se despidieron amigablemente, con varios cumplidos y la propuesta de volver a repetir el momento, quizás con una pizza y una película.
Azul no quiso cerrar inmediatamente la puerta, quería verlo hasta que ya no se lo viera. Él la miro desde la escalera como quien también desea esa última imagen de ella sosteniendo la puerta abierta a medias.
Y entonces, él se volvió. Regresó.
- Quizás sea un desubicado, pero... - dijo mientras la pasaba una mano por la nuca de ella y la besaba.
Ella se sonrió entre sus labios y él lo supo. La empujó un poco hacia dentro y ella volvió sobre sus pasos y cerró la puerta. El atado de ropa cayó de la mano de Fabricio y fue a recostarse en el suelo mientrás él usaba esa mano para rodearle la cintura.
Era ligeramente más alto que Azul. Perfecto. Con una patadita hizo que Sócrates se escabullera y dejara de rozarse contra ellos. Azul recorrió su pecho firme, sus hombros, su cintura. Fabricio la besaba y rozaba su cuerpo bajando hasta la cintura. Puso las manos en su espalda acariciándola con deseo. Volvió a su cintura y practicamente, clavó sus manos en ella. Cortó el beso y bajó la cabeza.
Se estaba controlando. ¡NO!
Azul buscó su boca y le arrebató un beso lujurioso mientras lo miraba determinada. Fabricio sintió como todo su control desaparecía en aquellas pupilas color avellanda que lo devoraban. Ella sintió cómo toda la sangre de su cuerpo se agolpaba en su vientre. También lo sintió a él y se apretó contra su cuerpo.
No supieron como llegaron hasta el cuarto, o cuándo se quitaron la ropa, pero Azul supo que el tiempo se había detenido cuando vio ese cuerpo desnudo frente a ella.
Era excitante.
Piernas bien formadas, una espalda que se alineaba perfectamente con las caderas y un culo alucinante. Por un momento lo miró y no supo que pensar.
Él se mostró un poco cohibido, pero le acarició el pelo y le susurró un cálido y urgido "no te preocupes" que le desató de nuevo la locura.
El la besó por todo el cuerpo, se detuvo a jugar con sus tetas, rozandole la espina dorsal con un dedo que la llenó de escalosfríos que la recorrieron frenéticamente. Le besó el cuello y acarició su cintura sin detenerse.
Ella lo abrazó y recorrió su espalda con deleite y lujuria. Luego fue bajando y rozó con sutileza su culo para atraerlo hasta ella.
Él quiso detenerse más, quiso probar toda su escencia, hundirse en el perfume de su piel y su sexo, pero Azul no aguantaba más. Todo su cuerpo temblaba de deseo y espectación.
Fabricio acercó sus dedos y la sintió tibia, espesa y esperándolo. Se dejó atrapar por su piel, por sus músculos que se relajaban para recibirlo y se contraían para no dejarlo escapar. Suavemente fue dejándose caer dentro de ella. Y tuvo que contenerse cuando la escuchó gemir y la sintió diluirse debajo de su cuerpo. Empezó a moverse muy suavemente, pero Azul lo atrajo hacia sí de un empujón agarrada firmemente a su culo. Ella fue la que marcó el ritmo y él lo siguió y lo superó. Era una carrera desenfrenada al orgasmo.
Se acariciaron con mil manos, se estremecieron con los suspiros entrecortados, se entretejieron el uno al otro enroscándose mientras se degustaban, se saboreaban, se detenían, se lamían y tocaban. La seda de la piel blanca de Azul se rozaba contra la piel masculina del cuerpo de Fabricio que la electrizaba.
Jugaron con sus cuerpos, con sus sensaciones, con el calor y el frío de la presencia y ausencia de los cuerpos. Se agotaron en una fiebre que los consumía y de las cenizas volvían a comenzar. Hasta que el calor pareció estallar entre los dos y el orgasmo los encontró desprevenidos, arrasando con todo.
Tardaron un buen rato en hablar. Simplemente se besaron, acariciaron y miraron un buen rato. Intentaron hilvanar algún pensamiento, quisieron pensar que todo había sido una locura, pero no era cierto. Dormitaron un rato y luego, él, un poco incómodo fue al baño y se cambió.
Azul se había puesto un vestido sencillo que caía sobre su cuerpo y lo esperaba en el living fumándose un cigarrillo... Él la miró con cierta dulzura y le dió un beso suave como el vuelo de una mariposa que volvió a estremecerla.
- Creo que es tarde y empezamos esto al revés.
Ella supo que su mundo se desmoronaba, se deshacía a sus pies. De modo que se paró imperturbable con su mejor cara de poker y esperó que asestara el golpe.
- Espero haber arreglado ya casi todo para mañana. Alquilo una película de terror y preparo unos spaguettis a la carbonara que son bastante decentes. A tí te toca el vino. Tinto a ser posible. A las 10 te parece bien?
Azul sonrió con su alma completa, con un cosquilleo en las manos que no menguaba.
- Justo encima de mí, no? - dijo ella con la voz que le temblaba de nervios.
- Sí mi amor, siempre encima de tí - dijo con picardía. Le dio una palmadita en el culo y traspasó la puerta.
Dejaba atrás a Azul con el corazón arremolinado de sensaciones econtradas y el cuerpo palpitando por el deseo de que la noche llegará más pronto aquél día.
Azul marino: conocimiento, lo mental, integridad, poder, seriedad.
Azul Claro: generosidad, salud, curación, frescor, entendimiento, tranquilidad".
Muchas de estas cosas no tenían absolutamente nada que ver con ella. Pero nada. No obstante, siempre se había preguntado que había impulsado a sus padres a decidirse por aquél nombre. Las excusas eran muchas, pero hay un "clic" que hace que sea ese y no otro. ¿Por qué no "Margarita", "Violeta", "Florencia" , "Silvia", "Magdalena", "Cristina" o cualquier otro? Sin embargo, no se quejaba. El nombre le gustaba. Era parte de ella, o ella se había hecho en torno a el.
Sólo era uno de sus temas predilectos cuando se preparaba una taza de té y se sentaba a mirar más allá de su balconcito, rodeada de sus macetitas discretas, pero siempre llenas de flores. No le gustaban las plantas, bueno, no es cierto. Sí que le gustaban. Las que no le gustaban eran esas que no tenían flores. Los helechos, los ficus, etc. No tenían color. Algunos dirán que son verdes, sí, pero no tienen mayor atractivo. Y los helechos, ¡hacen una suciedad impresionante cuando se les secan las hojitas y comienzan a caerse! Mejor las flores, que dan golpes de colores que alegran el espíritu.
Es raro que a esa hora le tocaran el timbre, pero sonó. Sócrates, su gato negro, se sobresaltó y corrió hacia dentro. Con la cola erguida y las orejas paradas, se puso a dar vueltas debajo de la mesa. Azul abrió la puerta del apartamento y un poco incrédula y cautelosa miró al hombre que se encontraba frente a ella. Por fuerza tenía que ser un vecino. El edificio de varios apartamentos estaba bien custodiado por un guardia de seguridad las 24 hs. del día y un portero bastante cascarrabias. Por tal motivo, los visitantes eran registrados al entrar o tenía que buscarlo el inquilino/dueño que los esperaba.
El hombre parecía un tanto incómodo... como quien no se decide a hablar. Azul se arrepintió tarde de estar vestida "de entre casa". El jean gastado y la camiseta corta, no eran la mejor forma de causar una buena "primera impresión".
- Disculpame que te moleste, pero acabo de mudarme al apartamento de arriba y con tantas cajas no puedo encontrar el destapador... y con tanto calor, apetecía una cervecita.
Casi podría decirse que se había sonrojado un poco al mencionar la cerveza. A Azul le pareció que estaba buenísimo. No se salía de lo normal, pero era llamativo, y tenía una sonrisa preciosa. La mirada un poco inquietante, como nublada con un velo desconocido.
Lo vio echarle un rápido vistazo al apartamento, para cualquier otro ese gesto hubiera pasado desapercibido, pero Azul estaba acostumbrada a observar a las personas. Y ese hombre le producía un escozor en lo más profundo de su ser. Como un cosquilleo debajo de la piel, cientos de hormigas completamente enloquecidas en medio de una carrera de velocidad.
Siempre había sido un poco tímida, pero había aprendido a manejarlo bastante bien, sin embargo, ella misma se sorprendió de su respuesta:
- Si no te molesta, yo te presto el destapador y tu me convidas con esa cerveza.
Supo que se había ruborizado. Se sintió tonta al instante con la taza aún en la mano. Probablemente, tuviera novia, no lo había pensado, no hasta ese momento.
- De acuerdo, espera que la busco.
- También puedes darte una ducha aquí, seguramente no encontrarás las toallas tampoco...
(Vale, estoy loca. Completa y absolutamente loca. He invitado a un completo desconocido a que se duche en mi baño... )
El muchacho la miró por un minuto como dudando de su cordura también. Luego movió la cabeza en un gesto que parecía muy suyo. Sonrió con esa sonrisa que hizo estremecer a Azul y dijo:
- Fabricio. Y me parece una excelente idea, si a ti no te molesta.
- Azul. Y claro que no - esbozó una sonrisa amigable - sé lo que es una mudanza.
Fabricio se preguntaba en su apartamento como es que a alguien podían quedarle tan bien unos jeans gastados y una camiseta corta. Y la suerte que había tenido de tocar la puerta de ese apartamento y no otro. Buscó la cerveza en el refrigerador. Lo primero que había limpiado y encendido. Sí, estaba fresca.
Ropa interior, medias, jeans y una camiseta. El cepillo de dientes y una pastilla de jabón. Ahí estaban las toallas, pero las dejó dobladas sobre una cama sin hacer. Ella se las había ofrecido y con ello se iría su excusa al traste.
Cerró al salir y volvió a tocar en el apartamento de la morena de sonrisa deslumbrante.
- Genial. Tu ve a ducharte y yo preparo la cerveza. - dijo ella con una naturalidad desconcertante.
Mientras se duchaba Fabricio se preguntaba si ella sería tan gentil siempre. Si no era demasiado confiada. O era muy fácil o muy ingenua. El mundo estaba lleno de personas peligrosas! Curiosamente, una sombra de preocupación por la seguridad de aquella muchacha, se le cruzó por la mente. No parecía una chica fácil, sino más bien todo lo contrario. Su apartamento era cálido, hogareño, emanaba un aura de tartas, galletitas de avena y miel, comidas caseras y café después de la cena. Los pequeños detalles estaban escogidos con gusto y delicadeza, pero también alegría y armonía.
En la cocina, Azul también se preguntaba por el hombre. Y claro, por ella. Su actitud había sido desmesuradamente impropia. Y a pesar de ello, no dejaba de imaginarlo bajo la ducha. Secándose con su toalla más grande, más esponjosa, blanca como la nieve.
Cuando él salió aún secándose el pelo corto, negro y ensortijado con la toalla, algo hizo presión sobre el corazón de la mujer. Una especie de mazazo en medio del estómago y un ligero temblor en las piernas. Él la vio tambalearse un poco en su sitio y se acercó presurosamente a sacarle la bandeja, con los vasos de cerveza helada y unos platitos con chucherías para picar, de las manos.
- Es mucho para traer en un solo viaje.
- La verdad, es que no parecía tanto. - dijo ella, pero no era cierto. No fue la bandeja lo que la desestabilizó, sino él.
Se acomodaron en el sofá, que no era un sofá, sino un catre muy bien vestido con almohadones de colores. Y se dispusieron a comer y beber mientras charlaban.
Se enteraron que tenían la misma edad, que ella trabajaba en una oficina bastante peculiar, que él trabajaba desde su casa, diseñador gráfico.
Ambos tenían mal carácter, pero también un humor sarcástico e irónico.
Los dos eran un poco antisociales y hermitaños, pero disfrutaban de cuando en cuando de la compañía de amigos y familiares. Los dos estaban solteros, aunque deseaban encontrar a alguien que compartiera sus días con ellos.
Les gustaba el cine, la buena comida y leer. Cada uno tenía sus manías y rituales. Ella tenía un gato por mascota que se restregó por minutos enteros en las perneras del pantalón de él.
Fabricio no tenía mascotas, pero le gustaban los perros.
A los dos les gustaba viajar, pero con cierta tranquilidad. Ella contó un par de viajes, pero se divirtió locamente cuando supo que él había viajado mucho más.
Ella no dejaba de hablar, y por momentos él se retraía un poco, pero no dejaba de mostrarse interesado por cuánto ella contaba.
Azul tenía la sonrisa fácil, a Fabricio le costaba un poco más sonreir y lo hacía con cierta timidéz.
Pasaron horas antes de que se dieran cuenta que el sol se estaba escondiendo y unas nubes rosáceas cortaban el camino de su huída. Se quedaron unos segundos mirando el horizonte que se iba tiñendo de colores cada vez más oscuros mientras la barca solar de Helios se alejaba para dar paso a su hermana Selene.
Fabricio se puso de pie y ayudó a Azul a recoger los restos de la bacanal de la tarde, mientras ella le decía una y otra vez que no se preocupara, que ella ya lo hacía.
Él buscó el atadito de ropa sucia que había dejado esperándolo para la hora de partir. Se despidieron amigablemente, con varios cumplidos y la propuesta de volver a repetir el momento, quizás con una pizza y una película.
Azul no quiso cerrar inmediatamente la puerta, quería verlo hasta que ya no se lo viera. Él la miro desde la escalera como quien también desea esa última imagen de ella sosteniendo la puerta abierta a medias.
Y entonces, él se volvió. Regresó.
- Quizás sea un desubicado, pero... - dijo mientras la pasaba una mano por la nuca de ella y la besaba.
Ella se sonrió entre sus labios y él lo supo. La empujó un poco hacia dentro y ella volvió sobre sus pasos y cerró la puerta. El atado de ropa cayó de la mano de Fabricio y fue a recostarse en el suelo mientrás él usaba esa mano para rodearle la cintura.
Era ligeramente más alto que Azul. Perfecto. Con una patadita hizo que Sócrates se escabullera y dejara de rozarse contra ellos. Azul recorrió su pecho firme, sus hombros, su cintura. Fabricio la besaba y rozaba su cuerpo bajando hasta la cintura. Puso las manos en su espalda acariciándola con deseo. Volvió a su cintura y practicamente, clavó sus manos en ella. Cortó el beso y bajó la cabeza.
Se estaba controlando. ¡NO!
Azul buscó su boca y le arrebató un beso lujurioso mientras lo miraba determinada. Fabricio sintió como todo su control desaparecía en aquellas pupilas color avellanda que lo devoraban. Ella sintió cómo toda la sangre de su cuerpo se agolpaba en su vientre. También lo sintió a él y se apretó contra su cuerpo.
No supieron como llegaron hasta el cuarto, o cuándo se quitaron la ropa, pero Azul supo que el tiempo se había detenido cuando vio ese cuerpo desnudo frente a ella.
Era excitante.
Piernas bien formadas, una espalda que se alineaba perfectamente con las caderas y un culo alucinante. Por un momento lo miró y no supo que pensar.
Él se mostró un poco cohibido, pero le acarició el pelo y le susurró un cálido y urgido "no te preocupes" que le desató de nuevo la locura.
El la besó por todo el cuerpo, se detuvo a jugar con sus tetas, rozandole la espina dorsal con un dedo que la llenó de escalosfríos que la recorrieron frenéticamente. Le besó el cuello y acarició su cintura sin detenerse.
Ella lo abrazó y recorrió su espalda con deleite y lujuria. Luego fue bajando y rozó con sutileza su culo para atraerlo hasta ella.
Él quiso detenerse más, quiso probar toda su escencia, hundirse en el perfume de su piel y su sexo, pero Azul no aguantaba más. Todo su cuerpo temblaba de deseo y espectación.
Fabricio acercó sus dedos y la sintió tibia, espesa y esperándolo. Se dejó atrapar por su piel, por sus músculos que se relajaban para recibirlo y se contraían para no dejarlo escapar. Suavemente fue dejándose caer dentro de ella. Y tuvo que contenerse cuando la escuchó gemir y la sintió diluirse debajo de su cuerpo. Empezó a moverse muy suavemente, pero Azul lo atrajo hacia sí de un empujón agarrada firmemente a su culo. Ella fue la que marcó el ritmo y él lo siguió y lo superó. Era una carrera desenfrenada al orgasmo.
Se acariciaron con mil manos, se estremecieron con los suspiros entrecortados, se entretejieron el uno al otro enroscándose mientras se degustaban, se saboreaban, se detenían, se lamían y tocaban. La seda de la piel blanca de Azul se rozaba contra la piel masculina del cuerpo de Fabricio que la electrizaba.
Jugaron con sus cuerpos, con sus sensaciones, con el calor y el frío de la presencia y ausencia de los cuerpos. Se agotaron en una fiebre que los consumía y de las cenizas volvían a comenzar. Hasta que el calor pareció estallar entre los dos y el orgasmo los encontró desprevenidos, arrasando con todo.
Tardaron un buen rato en hablar. Simplemente se besaron, acariciaron y miraron un buen rato. Intentaron hilvanar algún pensamiento, quisieron pensar que todo había sido una locura, pero no era cierto. Dormitaron un rato y luego, él, un poco incómodo fue al baño y se cambió.
Azul se había puesto un vestido sencillo que caía sobre su cuerpo y lo esperaba en el living fumándose un cigarrillo... Él la miró con cierta dulzura y le dió un beso suave como el vuelo de una mariposa que volvió a estremecerla.
- Creo que es tarde y empezamos esto al revés.
Ella supo que su mundo se desmoronaba, se deshacía a sus pies. De modo que se paró imperturbable con su mejor cara de poker y esperó que asestara el golpe.
- Espero haber arreglado ya casi todo para mañana. Alquilo una película de terror y preparo unos spaguettis a la carbonara que son bastante decentes. A tí te toca el vino. Tinto a ser posible. A las 10 te parece bien?
Azul sonrió con su alma completa, con un cosquilleo en las manos que no menguaba.
- Justo encima de mí, no? - dijo ella con la voz que le temblaba de nervios.
- Sí mi amor, siempre encima de tí - dijo con picardía. Le dio una palmadita en el culo y traspasó la puerta.
Dejaba atrás a Azul con el corazón arremolinado de sensaciones econtradas y el cuerpo palpitando por el deseo de que la noche llegará más pronto aquél día.
7 comentarios:
La foto me hizo evocar tiempos no tan lejanos, los de piel con piel, caí en la ensoñación, me parece que fue ayer...
Y no pude seguir leyendo, solo medité...
Tendré que volver, ahora, voy a seguir soñando...
Besos y salud
GENÍN: Se comprende! jejeje Esa imagen despierta hasta a un muerto, no? jajajaja
Me ha parecido terriblemente sensual... más allá de que no era exactamente lo que buscaba.
Quería una foto igual a esa, pero con cuerpos normales, no tan "esculturales" y no la encontré.
Sigamos soñando mi querido Genín, sigamos soñando y dejando que los recuerdos y deseos vuelvan a apoderarse de nosotros...
Al fin y al cabo, esa es la idea del cuento... despertar nuestros sentidos, volver a sentir la seda y el terciopelo de otra piel rozándonos...
Besos, salud y abrazos!
Clap, clap, clap...Espectacular!!!!Esteeeeee Flaviaaaa traeeeeee el destapador!!! por dió!!!!!
ALE: Mi querido, el destapador lo pone Flavia, pero tú tendrás que hacer el resto...!!!
Aunque a esta altura creo que no necesitan tanta historieta... y con tres peques, menos que menos jajaja
Besitos y Abashosh de osesna!!!
Enhorabuena por tu blog! :)
Es un placer encontrar detrás de unas palabras tan hermosas un rostro de mujer no menos hermoso y que además me reencuentra con la ilusión de continuar escribiendo en mi propio blog.
Ya tienes un nuevo admirador.
Saludos desde España.
Frank
http://www.frankyasturias.blogspot.com/
Querida Kami:
me dejó sin palabras tu cuento... Es increíble...
Te felicito, lindo leerte otra vez.
Abrazo y hasta el próximo cuentito.
FRANKY: ¡Un gusto tener nuevos participantes en el blog! ¡BIENVENIDO!
Se agradecen los piropos, ya sabes, esas coqueterías que tenemos que padecer las mujeres... JIJI
Por otro lado, lo que más me emociona es que este pequeño y humilde espacio te motive a continuar escribiendo, por cierto me he pasado por tu blog y he de decir que tú también lo haces muy bien! Voy a ver si me paso hoy con más tiempo y dejo allí mi huella!
Saludos!
WITCHIE: Como siempre mil gracias por el cariño que le tenés a mis letras! Ya sabés que me gusta ver tu athame describiendo dibujos en el lienzo de mi blog!
El post que estoy a punto de escribir es de tu tierra, espero que te guste!!!
Besitos Alados!!!!
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