
Camila había adoptado al bebé como si le hubieran regalado una muñeca gordita. Intentaba hacerse “la mamá” y le hablaba con una dulce voz experimentada. A veces, le dejaban darle el biberón, siempre que no lo moviera del cochecito. Cuando salían insistía vehementemente para que la dejaran empujarlo a pesar de que a duras penas llegaba a las manijas.
Damián, en cambio, estaba enfurruñado. No tanto por la atención que le destinaban a la criatura, sino más bien porque le habían prometido un varoncito con el cuál jugar, pero aquel niño no hacía más que ruidos raros, comer y llorar. Y, para el colmo, su hermana y Yamila ya no jugaban tanto tiempo con él.
Sara había retornado a su trabajo, dónde ya la extrañaban. Su escritorio había acumulado un montón de casos que esperaban ser resueltos a la brevedad.
Afortunadamente, con Yamila en casa, no tenía que preocuparse por dejar a los niños con alguien desconocido.
Lo más duro que le tocó superar, fue la normalidad con la que todos se habían reincorporado a su rutina. Dolía ver que cuando llegaba a casa, un inmenso vacío se dormía en su pecho y nadie más parecía notarlo. Su Sebastián ya no estaba y aparentemente solo ella sufría por su ausencia.
Entendía que los niños aún no comprendían la magnitud de lo acontecido y que ellos tenían mucha más facilidad para adaptarse a los cambios. Ellos habían seguido adelante, más ella no podía. Estaba estancada en un dolor profundo y lacerante, calmo pero persistente; una melancolía perpetua que no la dejaba respirar.
Y como corolario, cada dos por tres se escuchaba un susurro que le cantaba canciones de cuna a Sebastián. Y no era “su” Sebastián.
Sin embargo, poco a poco, sin prisa pero sin pausa, todos se iban tranquilizando y haciendo su duelo a su manera.
Yamila, su nueva compañera de tareas, había sanado sus heridas físicas y con cada día, su hijo la traía a la vida y la ilusionaba con proyectos. El mes pasado había pasado por la facultad de derecho y había comenzado los trámites para la homologación de los años cursados. De paso, se había provisto de los apuntes de 4 materias que podía rendir libre y les dedicaba unas cuántas horas del día, mientras hacía malabares para cuidar a los niños y atender al suyo.
Milena llamaba a Sara al menos una vez a la semana y hablaban largo y tendido sobre sus vidas, recordaban a Sebastián y exorcizaban sus miedos.
Su cuñada temía que la distancia y la ausencia de su hermano la separara de sus sobrinos. Que Sara rehiciera su vida con otro hombre, cosa que eventualmente tendría que suceder, y se olvidara de su familia política.
Sara solo temía no olvidar jamás. Vivir con ese dolor en el pecho por el resto de sus días. No poder ella sola con los niños, no ser lo suficientemente buena como para ser madre y padre. No saber contenerlos cuando lo necesitaran. Temía, que llegara un día, en que al despertarse en medio de la noche escuchando a Damián llorar dormido llamando a su papá, su corazón sencillamente se detuviera no pudiendo soportar tanta pena.
Llegadas a ese punto, en que el dolor se hacía tangible, palpable, siempre renacían de entre las cenizas, como el ave fénix, con alguna broma.
Milena muy sutilmente había intentado sondearla respecto de los sentimientos que le despertara el Oficial Juárez. Max. Simplemente Max, desde hacía bastante tiempo.
En contra de todas las suposiciones, él continuaba visitando a la familia, llevando helado y jugando con Damián a cualquier cosa que el pequeño le pidiera.
Pero, honestamente, ni la misma Sara podía descifrar su corazón.
Ese hombre de grandes dimensiones, le gustaba, la enternecía cuando lo veía con sus hijos, la sorprendía con sus tonterías para hacerla reír y la hacía sentir importante con solo mirarla.
Pero cada vez que se dejaba llevar por una de esas sensaciones pasajeras, el rostro de Sebastián se le aparecía, el dolor y una especie de vergüenza. Intimamente, se había preguntado más de una vez, si aquello no era culpa. ¿Se sentía culpable de que la atrajera otro hombre que no fuera su difunto esposo? ¿Sentía que lo estaba engañando? ¿Sentía que aquella promesa hecha tanto tiempo atrás en una iglesia debía ir más allá? ¿Ir más allá de “hasta que la muerte nos separe”? También sentía vergüenza, cada vez que miraba a Max y se lo imaginaba parte permanente de ese cuadro familiar, se sentía promiscua, avergonzada de su deseo, de sus ilusiones, de su debilidad de mujer.
Pero todas esas cosas no se las decía a nadie, ni siquiera a Milena. Se limitaba a dejar que los demás sospechen, que intuyan, que adivinen. Pero no iba a darles el gusto de saberlo por su boca.
Hacía un mes atrás, Max había intentado sacar el tema mientras tomaban un trago después de la cena.
Los niños habían subido a lavarse los dientes, Yamila estaba amamantando a su hijo y la noche los encontraba sentados en la puerta que daba al jardín, disfrutando del aire fresco y la pálida luz de las estrellas.
Sara se puso tensa, y agresiva, a pesar de la dulce voz que le hablaba. Sin querer oír aquellas palabras que le susurraban amor, cariño, futuro. La indignó que él pensara que ella podría estar con otro hombre no habiendo pasado 1 año de la muerte de su esposo. La enfureció que se sintiera tan seguro como para abrirle el corazón, como si no temiera una negativa. ¿Qué clase de mujer pensaba que era?.
Con absoluto pánico descubrió que ese corazón que le estaban depositando entre las yemas de sus dedos, no le era indiferente. Entonces sí era una mala mujer, entonces sí era de las que olvidaban rápido como si nada importara. Todos sus prejuicios se volvieron en contra de ella y deliberadamente los volcó sobre él.
Se ofendió desoyendo la comprensión y la ternura que él le prodigaba, ignoró su mirada herida cuando se levantó y le pidió disculpas. Se mostró soberbia y altanera cuando el le pidió disculpa y le prometió no volver a hablarle de eso. Fue condescendiente ante su pedido de no estropear esa amistad que habían construido.
Hoy, cuando lo recordaba, se sentía espantosamente mal. Solo agradecía esa única neurona, que la obligó a bajarse de ese pedestal de hielo en el que se había montado, y que fue la que permitió que todo siguiera su curso natural.
Los siguientes encuentros fueron sumamente incómodos, pero lentamente y gracias a la maravillosa personalidad de Max, todo había vuelto a ser como al principio. Ya, solo a veces, cuando él la miraba, se acordaba de aquella noche. Claro, también recordaba lo bien que lo iluminaba la noche y ese rizo que le caía rebelde sobre la frente, cada noche. Cada noche, cuando se duchaba, cada noche cuando se acostaba. Pero ella se había convencido de que allí no había nada más que una cabecita romántica acostumbrada a no estar sola. Que solo era porque le subía la autoestima o porque por momentos necesitaba algún que otro mimo.
Milena cada vez que abordaba el asunto, le hablaba de que estaba bien que siguiera, que su hermano la hubiera querido feliz, que Max parecía un tipo fantástico, etc, etc, etc…
Y ella no dejaba de preguntarse porqué si estaba bien, ¿se sentía tan mal?
Aunque, a decir verdad, procuraba con todas sus fuerzas no pensar en eso. Aún cuando Max le dejara esa misma noche una nota en la que decía: “Cuando llegue el momento, los dos lo sabremos”.
Odiaba que él esperara por ella, cuando ni siquiera sabía si alguna vez le correspondería. Lo odiaba por su seguridad.
Pero se resistía a desbarrancarse en la rabia y la impotencia que le daba toda la situación.
Brígida, también súper sensorial, con esa intuición que caracteriza a las mujeres, pero sobre todo a las madres, supo decirle un día: “Tu problema es que siempre idealizaste a Sebastián. Ningún hombre puede competir con un santo difunto.”
Sara se enojó y la acusó de insensible, de presionarla, despotricó contra todos los que no la dejaban sufrir en paz. Y solo recibió una mueca de comprensión y conmiseración.
“Está bien hija, si eso es lo que quieres, puedes sufrir cuánto lo desees y ya nadie te molestará. Dejaremos de preocuparnos por tus miserias y te dejaremos derrapar hasta lo más profundo y recóndito del pozo”.
Ocho meses después, todo continuaba igual. Sara desolada y delgada. Sus padres, Milena y Max totalmente preocupados por ella, pero manteniéndose al margen.
Los niños absolutamente compenetrados en vivir, divertirse, jugar, aprender y dar el trabajo que dan todos los niños.
Camila se precipitaba como una hermosa jovencita pre púber y Damián como un pícaro hermano menor que se deleitaba haciéndola pasar vergüenza y burlándose de sus primeras coqueterías.
Yamila estaba ordenándolo todo para irse. Finalmente había llegado el momento en que se sentía segura y entera como para desplegar las alas, con la ayuda económica pero gélida de sus padres.
Sin embargo ya no estaba sola, tenía un precioso angelito que gateaba, se ensuciaba y llevaba todo lo que encontraba a su paso directo hasta su boca.
Se había alquilado un diminuto departamentito a pocas cuadras de la casa de Sara y planeaba no cortar la relación con aquella familia que tanto y tan desinteresadamente la había ayudado.
Cuando ese lunes Sara llegó de regreso del trabajo un poco más temprano que de costumbre, la joven aprovechó a dejarle todos los niños por una hora para ir a hablar con la gente de la mudanza y acordar el traslado para el día siguiente.
Sara pensó en lo solitaria que estaría la casa sin el niño. Por suerte, habían acordado que Yamila retiraría a los niños de la escuela a mediodía, les daría el almuerzo y los cuidaría por la tarde así haría un dinero extra y podría estudiar tranquila.
Sara se paró en el quicio de la puerta y miró tristemente en derredor, aquel cuarto que se había llenado de olor a caca de bebé, perfume y llantos nocturnos.
Lo vio casi vacío, como muerto, y lleno de cajas marrones de supermercado que no hacían más que completar un cuadro deprimente.
Se adentro despacito en la habitación y se sentó en la cama abatida. Había atravesado un año y medio caótico y había sobrevivido. A medias. Pero aún respiraba.
La caja enfrente de ella no estaba bien cerrada, así que concentró su atención en desdoblarla maquinalmente, abrir las solapas para cerrarlas nuevamente, pero más seguras.
Un objeto brillante la hizo dudar… miró alrededor y escuchó el sonido del timbre, seguramente Yamila había regresado.
Los pasos casi corriendo escaleras debajo de Camila.
- Hija, por favor, ¡no corras!
La puerta que se abría y ella miraba fijo el objeto que la había encandilado.
¿Es Yamila? – gritó a su hija.
- ¡Sí, mamá!
- Hey! Yo también vengo, ¡no me dejen afuera! – la voz de Max la estremeció, pero no podía apartar la vista de la caja.
Allí yacía un portarretrato de plata con una foto. Sebastián y Yamila, en un lugar que no podía definir, tomados de la mano y dándose un beso. Sebastián la besaba en los labios sonriendo y ella tenía una pierna ligeramente levantada del piso.
Yamila la miraba desde la puerta totalmente descompuesta.
- Sara…
Sara la miró perdida. Viéndola, pero con la mirada en otro sitio. No fue capaz de hablar.
- Sara… dejame explicarte…
Pero Sara no respondía, estaba ida, perdida, en otro sitio. Blanca, tensa, inmóvil.
- ¡Max! ¡Max! - gritó Yamila desesperada.
Max subió las escaleras a trancazos siguiendo la voz atemorizada de Yamila. Pensó en el niño, que le hubiera pasado algo. No obstante al entrar lo primero que miró fue el corralito dónde Sebastián jugaba silenciosamente. Luego vio a Sara.
Una Sara en shock, sin reaccionar, pálida, descompuesta, con la mirada perdida en otro mundo. Se acercó despacio mirando a Yamila que a pesar de verse al borde de un ataque de nervios, no atinaba a dar un paso adelante.
Fue entonces cuando vio lo que Sara tenía entre sus manos. Un vistazo bastó para comprender.
La habían estafado. Dos veces. Su marido le mintió y ella sufrió por él. Yamila le mintió y ella le puso su vida y su familia en sus manos. Compartió sus amigos con ella, le enseñó a ser madre, la alentó a conseguir un futuro seguro para ella y su hijo.
Sara se movió imperceptiblemente, solo cambió de lugar un poco su cabeza y clavó la mirada perdida en el niño que jugaba inocentemente.
Por un instante, Yamila dudó y se abalanzó sobre el bebé.
Sara reaccionó velozmente y se paró entre ella y su hijo.
Max le cerró la retaguardia poniéndose entre ella y el corralito. Pero Sara solo miraba a la madre.
- Mañana no te quiero acá – le espetó con odio.
- Sara, si tan solo pudiéramos hablar… - musitó Yamila.
- Vos y yo no tenemos nada de qué hablar. ¡Puta! – le gritó. ¡Por fin le salían los gritos! Sintió como un río ardiente de odio y desprecio se regaba por todo su cuerpo.
¡Sos una hija de puta! ¡Tendrías que haberte muerto con él! ¡Me estafaste! ¡Te aprovechaste de mí! ¡No te bastó con quitarme a mi marido! ¡Iban a dejar a mis hijos sin padre!
Camila y Damián miraban asustados desde el pasillo. Nunca habían visto a su madre así y comenzaron a llorar.
Max, esquivó a las dos mujeres y le pidió a Camila que llamara a un taxi y fuera a casa de su abuela. Descuidadamente, la abrazó y les dijo que no se preocuparan, que él se quedaría con su madre, pero que por favor hicieran lo que les pedía. Con rapidez deslizó un billete de 50 pesos en la mano de la niña y se volvió a internar en medio de la tormenta.
- Yo…
- ¡Vos no podés decir nada! Sos una mal nacida… una persona cruel y baja. Sin valores ni educación, sin corazón ni vergüenza.
Sara quiso tirarse sobre ella, pero dos brazos fuertes y firmes la sostuvieron por detrás.
- ¡Max, soltame! Esta hija de puta…
- Lo sé, Sara, lo sé. Pero esta no es la solución. Lo hecho, hecho está.
- ¡Me las va a pagar! ¡No puede salir impune de tanto sufrimiento u himillación como me ha causado!
- Sara, vos no sos así… – le susurró Máximo – dejale toda la vergüenza a ella…
- ¡Andate de mi casa! ¡YA!
Yamila retrocedió recién cuando vio a Max retirar al niño del corralito.
Con una mirada dura y los brazos temblando de ira, depositó el bebé en brazos de su madre.
- Yamila, es mejor que te vayas. Mañana manda a recoger tus cosas. Y no regreses nunca más.
No hizo falta más, la joven huyó escaleras abajo sin siquiera importarle donde pasaría la noche.
Sara se derrumbó en el piso, llorando todo lo que había perdido. Llorando su ingenuidad, su bondad, maldiciendo ese corazón que no estaba preparado para un mundo tan cruel.
Max se arrodilló detrás de ella y le sostuvo la frente para evitar el ahogo. La ayudó a levantarse y la acompañó hasta el baño dónde le mojó la nuca y le sostuvo el cabello mientras ella vomitaba sus nervios y odio.
La vio retorcerse de dolor y arcadas cuando ya no tenía nada más para vomitar y le apoyó una toalla de agua fría sobre los hombros cuando comenzó a calmarse.
Con mucho cuidado la acompañó escaleras abajo y la sentó en el sofá grande instalándose a su lado. La acomodó para que apoyara su espalda sobre su pecho. Y la abrazó durante horas mientras seguía llorando hecha un ovillito.
Estaba tan frágil que parecía quebrarse bajo su abrazo.
Horas más tarde, pudo dormir un rato, solo para despertar con pesadillas. Sonó el teléfono y Max corrió a atenderlo.
Brígida había esperado a que los niños se durmieran para llamar desesperada a ver que pasaba. Max no le dio explicaciones, pero le aseguró que se quedaría allí y que no tenía de qué preocuparse.
Cuando regresó, Sara continuaba con esa mirada vacía y vidriosa.
Pero de repente lo miró y le hizo espacio para que volviera a acomodarse a su lado. Mientras él la abrazaba, ella le preguntó ¿Por qué?
Y él le dijo que no sabía por qué, que eso solo podía responderlo Sebastián y no estaba allí.
Ella sacudió la cabeza como para aclararse la cabeza y con voz de ultratumba dijo:
- No. Quiero decir, ¿por qué estás acá? ¿Porqué me cuidás después de lo mal que te traté?
Él sonrió y la miró como quien mira a una niña.
- Porque te amo, Sara. Casi desde el primer instante en que te ví, porque me enamoré de tu inmenso corazón, de tus increíbles hijos, porque solo me siento pleno cuando estoy con ustedes...
Ella hizo una mueca de dolor y con mucho esfuerzo por hablar le dijo:
- Max, yo no sé que siento. No sé porqué sigo viva.
- Ya lo sé… pero no te preocupes, esto también va a pasar y tendrás las cosas más claras. Yo no tengo apuro. Y aunque parece el fin de todo, quizás sea el mejor comienzo. Con todos los cimientos derruidos, solo queda una cosa por hacer. Volver a construir…
- No sé si pueda, no sé si tenga fuerzas…
- Tus hijos son tu fuerza. Y yo estoy acá, para lo que quieras, para lo que necesites. Solo dejame quedarme…
- Estoy muy cansada…
- Lo sé. ¿Te apetece un té?
- Creo que sí – dijo ella, mientras volvía a recostarse en el sofá.
Para cuando él regresó, ella dormía profundamente. Era un ángel con las alas rotas.
Se sentó en un sillón individual y se dispuso a tomarse el té que había traído para él.
Tal vez, un café hubiera sido una mejor idea. Iba a ser una larga noche y él pensaba pasarla velando su sueño.
Era el fin de todo. El sufrimiento desgarrador. Pero también podía ser la mejor forma de recomenzar. Sin culpas, vergüenzas o prejuicios. Inmaculada, impoluta. Única, inigualable.
Y si de él dependía, la vería resplandecer nuevamente. Y si podía rogarle al cielo, si aún no había olvidado como hacerlo, pediría que ese renacimiento fuera a su lado.
El ave fénix, dormía frente a él en un sofá. Con las alas desplumadas, pero listas para elevar el vuelo.
Se juró a sí mismo, que la vería sonreír de nuevo. Se juró amarla como, ahora sabía, nadie la había amado jamás.
28 comentarios:
Me quedé helada, muda... me hiciste llorar a moco tendido. Al final, flor de desgraciados Sebastian y Yamila. Pensar que hay varios casos así. Excelente, como siempre.
Besos
AY kami...¡Qué final!
Y vos que te preguntabas por qué nos parecía que no era la última la séptima parte!!
Creo que te leímos bien cuando no dimos la entrega anterior como final, ni vos creías que fuera el final jajaja...
Te felicito, nos has tenido en vilo con esta historia.
Abrazos!!!
Alejandrosinfoto:
ESPECTACULAR!!!!!!FAAAAAAAAAAAA!!
Nena que final!!Yo pensé en un momento que iba a ver tiros... !!! Genia!!!!!!!!!
OOOOO!!! Estoy en Cuchilla Alta (un balneario de Uruguay), hacía días que no me conectaba y hoy me encuentro esto!!! Buenísimo!!!
Voy a tener que leerlo con tiempo, y todo de cero para asimilar bien el efecto!!
Vani: jejeje... espero haberte hecho llorar MUCHO! Quiere decir que está más o menos bien escrito, que a pesar de la poca periodicidad de la historia consiguió engancharte y que no se perdió el hilo conductor completamente...
Y sí, al final, la vida tiene esas cositas crueles, pero todo vuelve... y las personas decentes siempre encuentran un par de brazos amigos o amantes que las ayuden a sostenerse aún en las peores tormentas... o eso quiero creer yo.
Witchie: La verdad es que por un momento me sentí tentada de terminarlo en el capítulo anterior... pero me faltaba algo y estaba indecisa... ustedes fueron en realidad quienes agregaron el último capítulo.
Abrazo de Oso! Extraño mucho nuestra comunicación inter bloggeril fluída, si paro un poco la máquina, prometo retomarla a full, extraño tus palabras y me debo a mí misma pasar por tu blog y ponerme al día!
Ale: Gracias!!! Sabés? Por un momento mientras escribía yo también temí por la vida de Yamila o del bebé... esa irrupción espacial de Yamila y la posterior de Max fueron los que evitaron el desastre... hay momentos en los que la historia me lleva y no sé a dónde va a ir parar... por ahí escribo, pero me siento solo el medio... es como si la historia se escribiera sola, cobrara vida, y solamente usara mis dedos para plasmarse. Es una sensación maravillosa.
Sokon: Disfrute sus vacaciones! (que envidia!)
Y sí, sea buenito y relealo entero a ver si le causa buena impresión, usted sabe que no es lo mismo, por ahí (ojalá que no) puede perder un poco de suspense leído de corrido... el uso de los silencios, sobretodo cuando es entrega por capítulos puede producir una exacerbación del suspenso que no está tanto en la historia como en la espera. Así que me interesa mucho su opinión!
Un abrazo!
A TODOS: Gracias, gracias, por siempre leerme y por siempre estar ahí, para mí es muy importante!
que esta fantastico, no te lo voy a decir , ya te lo dijeron sabiamente mis antecesores, a mi me inquieta eso de ultima parte... las historias no deben tener fin ,,mejor un intervalo( aunque fuese permanente), y como inteligentemente dijiste,, a veces la historia te lleva a vos.
un besito
salsipuedes
Salsipuedes: Chas gracias!!!
Tenés razón, las historias no tienen fin, pero se siguen escribiendo magicamente lejos de los dedos del escritor... a veces en un universo paralelo, otras veces en las cabezas de los lectores, a lo mejor incluso en algún borrador, una hoja olvidada en la mesita del teléfono.
Las historias viven solas, por ahí sin saberlo algun otro escritor la está continuando en otro lado del mundo, o no lo sabemos y alguien la reescribe... o, porqué no, alguien la está viviendo muy parecida...
Y sí, también puede ser que yo la haya dejado dormida para continuarla más adelante, sólo que aún no lo sé. O, tal vez, descanse allí por siempre.
Por eso, porque te lleva, y te lleva porque de alguna manera; vive.
Gracias por estar de ese lado del monitor mirándonos, leyéndonos y dejandonos hacer un poquito lo mismo con vos. Un Abrazo grande!
Cherry: a mares... La historia me encantó, y si, me quedaba enganchada... no podía esperar a leer el siguiente capítulo....
Espero poder leer otro cuento pronto.-
Besote
bueno, la terminé de leer
me quedo con la sensación de que las mujeres son malas, y son malas entre ellas, pero están dispuestas a perdonarse y aliarse (y volver a pelearse) como las olas del mar, porque son en realidad una sola mujer
los hombres son títeres, son la forma, y las mujeres son el fondo
los niños crecen para ser una cosa o la otra
muy interesante el insight sobre la psicología de los personajes, para mi es uno de los méritos más notables de toda la historia
eso y la constancia de la autora para terminarla
Cherry, derramé unos cuántos lagrimones... Es un relato real, y no me sorprende porque hay mucha gente que puede vivir con la mentira hasta las últimas consecuencias.
Te felicito.
Besote
Vani: Yo también espero verme pronto escribiendo algo jajaja
Aunque supongo que será más corto seguramente :-P
Sokon: Tiene razón, la mayor parte de las mujeres somos malas entre nosotras.
Las mujeres hemos perdido los códigos de protección de género. A la mayoría nos educan en función de "formar una vida CON UN HOMBRE", no tener el hombre, es casi no haber formado esa vida. Casi todas las mujeres se traicionan por hombres, se pelean por ellos...
Aunque creo que muchas de nosotras estamos entendiéndolo (por charlas recientes con otras féminas) y yo tengo la esperanza de que algún día eso se modifique.
Los chicos crecen. No sé si existe un "para qué"... crecen y se definen, no sabemos bien cómo o por qué.
Es un orgullo que le haya gustado!
Katny: Sí, hay personas que son capaces de vivir en la mentira. En esa y muchas otras. La mentira es muy curiosa, es increíble el alcance que tiene y como se metamorfosea en otras cosas. La mentira puede ser engaño, traición, culpa, puede vestirse de millones de situaciones y derivar en una gran cantidad de emociones.
Y hay personas que parecen disfrutar de vivir en esa tormenta de adrenalina e incertidumbre.
Siempre al filo de la navaja... y lo peor, es que siempre se cortan. Es decir, no conozco mentiras que sobrevivan a una persona, o no por mucho tiempo.
Gracias por el mimito del halago y gracias por leerme ¡Reina!
Cherry!!! tanto tiempo!!
Espero hacerme tiempito para leer las ocho partes del cuento.
Besote grande.
Volviendo por estos lados
A esta altura, ese «Fin» resulta inquietante.
Asi que "Fin"...
Bien, veamos a leer todo de nuevo!
Indu
Marianicha: Realmente ¡cuánto tiempo! Me alegra mucho verte por acá!!! Espero que te quedes un rato más...!!! Besitos.
Schatzy: Como siempre: BIENVENIDA!!! Me gusta que vuelvas por estos lados! Espero que estés bien!!! Mis mejores deseos para este año recién estrenadito!!! Besos.
Zeta: Usted me resulta inquietante al entrar y decir eso... pero si aunque sea le sale un "inquietante", ya me conformo...
Bezitoz!
Indiana: Si se lee todo de nuevo, como sokón, dígame qué le parece! :-D La quiero mi niña!!!
si, leerlo desde el principio toma su tiempo pero si no, uno se olvida de los detalles
ahora me dio como ganas de leerlo de nuevo; hay una cantidad de historias paralelas en potencia todo el tiempo
(y para mi selecto grupo de fans, no, no me olvidé de la mesera malvada; sigue ahí; pero mientras la termino pueden mirar esto: http://oniricosvarios.blogspot.com/2009/01/dark-city.html )
Cherry, como prometido, pasé. Dejáme leer, procesar, admirar (admiro siempre el valor del/la que escribe y publica -de distinto modo-) para comentar. Prometo leer y darte mi opinión -por poco que valga- al respecto.
Y prometo mandarte vía E-mail un capítulo de lo que estoy escribiendo desde el 2001! me ...ago en diez!
Saludos a todos, y a Zeta especialmente, que siempre lo recuerdo con aprecio.
Sokon: Estoy releyendo un libro que tengo hace años y encontré involuntariamente (o el me encontró a mí) mientras ordenaba mi pequeña biblioteca, y curiosamente, pensé que tenía que recomendárselo en caso de que no lo hubiera leído.
Se llama "Extraños", es de Dean R. Koontz y creo que le puede gustar mucho...
Abrazos!
P/D: No sé por qué cuándo me agarra la veta de lectora fanática no me sale nada para escribir y viceversa...
PIPIS: Le tomo la palabra sobre eso de mandarme lo que está escribiendo! Espero más que ansiosa!
Sobre lo de admirar... bueh, lea nomás... y, por favor, después me dice lo que piensa.
Lo andaba extrañado... está muy bueno eso de volver a leer a amigos!
Abrazo de Osesna (JIJIJI)
uhhhhh pipistrello!!!! Qué alegría verlo, hombre. Ande bien, disfrute. Cuidese de los fríos, que mañana madrugará fresco. Y si se levanta tarde, no lleve el sombrero que va a soplar.
Me siento un poco meteorológico.
(Y usted apúrese en llegar a su casa, cherry, que se descuelga el cielo, hoy)
Por suerte, Zeta, la lluvia me agarró en el bloque de piedra gigantesco que es el edificio dónde laburo... pero nada, eso, solo fue lluvia. Nada de temer (jeje).
Estuvo hermoso para dormir la siesta (y vaya si la dormí!).
La tormenta fulera fue la semana pasada... (snif).
Che, a todo esto, soy una colgada... hoy miré la fecha del último post y casi me da un ataque (carita de vergüenza).
Ahhh tanto tiempo sin leer blogs tengo parva de posteos!
Che prometo leer todos los pétalos de este cuento que por los comentarios es flor de historia.
Abrazo!
let's get it on!
miren la encuesta en ficcionrara!
http://ficcionrara.blogspot.com/
cherry, le ruego que reactive su blog o voy a tener que hacer otra encuesta en ficcionrara para presionarla a ud. también :-)
Sí. Esas encuestas tienen un efecto infalible.
Garantizado.
uanjandredpercent
Marianito!!!! Que honor su visita, mi querido!!! Que perdido que estaba de las rutas bloggeriles!!! Un placer tenerlo de nuevo con nosotros!!!!
Sokon y Zeta: Cuánta presssssiónnnnnnn!!!! Me gusta la idea de hacerme roga con la encuesta, pero a mí no me dicen "Zeta" jajajajaja Zeta zoquete te queremosssssss!!! Es bromitaaaaaaaaa :-D
UANJANDREDPERCENT?????
JUASSSSSSSSSSSSSSSSS
Voy a ver que se me ocurre, es verdad que tengo esto lleno de telarañas :-P
No hay dudas, se vuelve al viejo amor,entre este final, entre la malvada, y los nombres leídos aquí.
Se vuelve al viejo amor?
Besos a todos
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